martes, 11 de octubre de 2011

Arirang (Corea, 2011)

Después de tres años de espera, el autor coreano de prestigio mundial, por fin sale del ostracismo al que él mismo se había sometido y nos regala una pieza maestra que espero sepáis apreciar.
Arirang es esencialmente un documental, un auto-retrato, pero mezcla elementos de ficción, docu-drama, y falso documental que se nutre del ya demostrado talento del director, de un poco de verdad y otro tanto de cara dura. Para que me entendáis, os pongo en antecedentes: Kim K-duk se apartó de la cinematografía por el trauma que le causó un accidente de rodaje en el que casi muere una actriz. Esto sumado a las traiciones que sufrió por parte de jóvenes creadores que él había apadrinado, le hizo caer en una depresión e irse a vivir en condiciones un tanto lamentables a una casa de la montaña.
Hasta aquí, todo es cierto, y quiero creer, que el documental se gesta con intenciones puras, como un auto-retrato y un desahogo. Principalmente quiere hacer entender a la gente por qué ha dejado de hacer películas. Kim Ki-duk se graba a sí mismo, su rutina, una especie de entrevista cruel que le hace un amigo, incluso un momento genial de meta cine en el que conversa con su sombra. Estoy seguro de que, como extraordinario contador de historias que es, se da cuenta de que el material que tiene entre manos es valiosísimo, y que no sólo puede redimirlo, sino que será el empujón que lo saque de miseria en la que se dejó caer. A partir de aquí empieza el artificio, no sólo con el poder que otorgan la sala de montaje y el falseo de situaciones, sino que recurre a la más absoluta ficción pasando por la autoparodia, cumpliendo así una fantasía de venganza como si de un personaje de sus películas se tratara.
El dominio del lenguaje cinematográfico, del documental, el juego de dudosa moralidad que lleva a cabo aprovechándose de su propia desgracia, la valentía que tiene al desnudar su alma y enseñárselo al mundo, tiene para un servidor, un valor incalculable que hará las delicias de muchos profesores y críticos que estudian los conceptos de autoría, ética, y de las interminables posibilidades del poco conocido cine documental. Y como no, de cualquier espectador con ciertas inquietudes. Imaginaos por un momento, que directores a los que admiramos copian el formato. Un auto-retrato de éste calibre de la mano de David Lynch no tendría precio, o de Stanley Kubrick en su día, etc. Personas tan contaminadas por su educación audiovisual que nunca podríamos saber a ciencia cierta si se confiesan o nos manipulan, pero en todo caso, resultaría un juego fascinante como lo ha sido Arirang.
Sueños a parte, el formato tiene valor independientemente de lo que te interese el autor, pero es obvio que se multiplica por dos si has seguido su carrera. En fin, no me atrevo a decir que sea un falso documental porqué hay mucha verdad y sinceridad en él, y creo que efectivamente documenta esa fase de depresión del autor coreano. Pero también creo que la depresión se pasó de golpe cuando empezó a editarlo y a potenciar sus lecturas y posibilidades, que al fin y al cabo era un deseo que él mismo expresa en su película; volver a hacer cine. Y para eso, si hace falta engañar, humillarse y llorar, se hace.
Lo mejor: una obra maestra, nos guste o no.
Lo peor: no lo conozco en persona.
De nuestro colaborador: Óscar Sueiro

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