jueves, 30 de junio de 2011

Diario de una novata en el Albaicín. Día II. Granada amanece oscuro para una programación repleta de luz


Después de unas horas de sueño (yo diría que un tanto escasas) mi segundo día en Granada amaneció con un cielo nada amigable. Mi falta de previsión me llevó a no revisar el parte meteorológico y tanto mi vestuario, como mi calzado, no iban acordes para la hecatombe pluvial que se avecinaba.

Tras equiparme con lo necesario para moverme por la ciudad sin parecer la protagonista de un film de Bollywood en el esperado numerito bajo el agua, a las cinco me volví a sumergir en una apacible sesión de cine nipón, esta vez, a diferencia de la noche anterior, proyectada fuera de la sección oficial. Su título: The Lighting Tree.

Me resultó curioso, a la vez que algo predecible, comprobar el perfil del público que se acercó al Teatro Isabel la Católica aquella tarde. O bien el poder de convocatoria de sus protagonistas (los ídolos adolescentes Masaki Okada y Yu Aoi) empezaba a traspasar la popularidad más allá de sus fronteras o la sinopsis se antojaba de lo más apetecibles para el grupo de jovencísimas féminas que se atrincheraron al final de la sala. Independientemente a este tipo de análisis personal que me entretuve a hacer mientras esperaba la proyección del film, lo importante es comentar que el director Ryuichi Hiroki (Vibrator, I am an S+M writer…) nos ofrece en The Lighting Tree una cinta ligera, de corte romántico, ambientada en la era de los samuráis, donde el diálogo apenas hace referencia a alusiones de tipo político o histórico, ni tampoco resuenan por doquier los chasquidos de katanas. La trama central del film gira en torno a la relación de amor entre sus dos personajes y su lucha por estar juntos.
En sí, su sinopsis podría ser resumida de la siguiente forma: Rai es una joven de espíritu libre que vive en el bosque junto a su padre en condiciones casi salvajes. Un día, el destino la lleva a conocer a Lord Narimichi y ambos terminan enamorándose, sin embargo la diferencia de clases y la responsabilidad del joven a aceptar su condición de noble les impide cumplir el sueño de profesar su amor libremente.

La película plantea la eterna pregunta de si realmente existe un destino inflexible y predeterminado para cada uno de nosotros o si por el contrario, como dueños del mismo somos capaces de modelarlo y enfrentarnos a sus designios. Enmarcado en un paraje forestal de una belleza natural fascinante, la figura del árbol al que hace alusión el título se erige como punto de inflexión y encuentro para los acontecimientos más trascendentales de la vida de los protagonistas: renacimiento, segundas oportunidades, el primer amor, el dolor de la despedida, la espera y evocación de los recuerdos…De todos y cada uno de estos sentimientos el ‘árbol del rayo’ se convierte en ese testigo mudo cuya presencia e importancia es equiparable a la de los propios personajes principales.

Desde el plano interpretativo cabe destacar la actuación de su joven protagonista, Yu Aoi (conocida por su papel en Hula Girls) donde, alejándose del acostumbrado rol femenino de las mujeres japonesas de la época, nos ofrece un personaje que derrocha estoicismo, fuerza e inconformismo por querer hacer las cosas siguiendo los preceptos del deseo individual más que el impuesto por el uso y las costumbres. Sin duda, en mi opinión, lo mejor del film recae en esa interesantísima visión con que The Lighting Tree trata estos conceptos y los invierte: no siempre la historia de la damisela en apuros rescatada por el príncipe azul a lomos de un corcel blanco ha de ser contada de la misma forma.

Pero la cita con el cine asiático para este mi segundo día del festival no quedaba aquí. Esa misma noche se estrenaba en sección oficial The light Thief, del cineasta kirguís Aktan Arym Kubat. Siempre resulta recomendable y muy interesante acercarnos a la filmografía de los países del Asia Central por su escasez y rareza en los circuitos de cine internacional, de ahí que la película aquella noche atrajera a un considerable número de espectadores al teatro. Además, como guinda excepcional del evento, el propio director (y actor principal del film) fue el encargado de presentarla y deleitarnos con su presencia en el coloquio posterior.

La película retrata la historia de un humilde, ingenuo y soñador electricista, padre de cuatro hijas en un pequeño pueblo de Kirguistán. A través del personaje y su relación con el resto de habitantes del lugar, el espectador presencia los problemas, ajustes y desequilibrios que se vivieron en el país tras la caída del bloque soviético. La película goza de momentos francamente enternecedores y resulta un escaparate ideal para conocer los modos de vivir y pensar de un pueblo apenas conocido en occidente a través de sus films. Si de algo peca The light Thief es de no terminar de ahondar en los problemas y tramas que plantea. El espectador ha de suponer la manera en que se resuelven los conflictos, ya que no se muestran ante la cámara. Al terminar se te queda un saborcillo amargo en la boca debido a la rapidez con que se cierra el final de toda la historia.

Pese a todo, el film plantea y lanza un mensaje esperanzador sobre el futuro incierto del país: a mi entender, un discurso donde el uso y canalización de la electricidad tiene una lectura algo más alegórica y donde Aktan Arym Kubat ha querido incidir de manera especial para mostrarlo al resto del mundo.

Rocío Vázquez

Box Office Tailandia (2-5 de Junio): Ausencia de producciones nacionales

Mal momento para las producciones autóctonas en la taquilla tailandesa, con solo dos en el top 10 y no en los primeros puestos. Como ocurre en la gran mayoría de países del mundo, el fagocitador cine estadounidense puede con todo.

Para abrir la lista nos encontramos con X-Men: Primera Generación, la precuela de la conocida franquicia comiquera y estreno en Tailandia. En los tres siguientes puestos tenemos tres secuelas, Kung Fu Panda 2, segunda semana, Piratas del Caribe: en Mareas Misteriosas, tercera semana, y Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!, secuela de la divertida Resacón en Las Vegas, que como nota positiva está ambientada en el antiguo Reino de Siam y que cumple también la segunda semana en cartel.

En el quinto puesto está Insidious, una película de terror que está cosechando muy buenas críticas que debuta en el país. La primera producción local aparece en el sexto puesto, Lao Wedding (Sabaidee Wan Weewa), dirigida por Sakchai Deenan, que trata sobre un periodista que es enviado a Laos y allí conoce a una joven local de la que se enamora y que también se encuentra en su primera semana de proyecciones. Séptima está Fast Five, de un largo recorrido en las carteleras tailandesas con su ya quinta semana y aún en el top 10.

Para los tres últimos lugares tenemos en el puesto octavo August Friends (Puan Mai Kao), otra propuesta local sobre cinco amigos que hacen la ruta entre Bangkok y Lampang en bicicleta viviendo muchas experiencias en el camino y poniendo a prueba su amistad. Dirigida por Kriangkrai Washiratumporn, cumple su segunda semana en cartel. El Castor se coloca en el puesto noveno en su estreno y para cerrar la lista tenemos Gantz: Perfect Answer, la segunda entrega del live action japonés de Gantz en su segunda semana en la pantalla tailandesa.

Por nuestro colaborador John Prskalo

Doble lanzamiento de Brillante Mendoza: KINATAY // LOLA (Abuela)

Título original: Kinatay
Dirigida por: Brillante Mendoza
Ficha (artística): Coco Martin; Maria Isabel Lopez
Guión: Brillante Mendoza
Género: Thriller
Edita: Colección Cahiers de Cinema España (Cameo)

En 2009 el director de origen filipino Brillante Ma. Mendoza alcanzó un notable reconocimiento internacional gracias a Kinatay, película con la que logró alzarse con el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes. Nos encontramos ante una película asfixiante, de naturaleza perturbadora, en la que el cineasta se sumerge en los males endémicos que asolan a la sociedad filipina al mismo tiempo que realiza un retrato desolador de la naturaleza humana. Comenzamos nuestro itinerario de día, y seguimos al joven Peping durante la jornada de su boda en un recorrido zigzageante por las calles de Manila, rebosantes de vida, de caótica y frenética actividad diaria. Es momento para la ilusión, para la esperanza de un nuevo camino que comienza (Peping está a punto de licenciarse como policía y espera un hijo de su ahora esposa). Un marco donde todavía tiene sentido la inocencia de la juventud. Pero llega la noche y se tiñe de sombras. Se convierte en el perfecto escenario para actuar con impunidad, para ejercer el mal. Peping acompañará a un comando de policía para completar sus prácticas en la Academia y ahí es cuando se encontrará de bruces con el horror. Sus nuevos compañeros ejercerán la violencia y la extorsión a cambio de dinero, convirtiéndose en una peligrosa mafia callejera que contará con la impunidad del abuso de poder para conseguir sus propósitos. Un descenso a los infiernos, un viaje al corazón de las tinieblas y de la perversión moral, claustrofóbico y asfixiante, en el que el director demuestra un pulso narrativo impecable a la hora de mantener una malsana tensión ambiental, siempre al borde de la náusea, de la arcada emocional como fiel reflejo de los albores del fin de la civilización, que es precisamente lo que parece desprenderse del visionado de la película. Y es que no hay nada más apocalíptico que comprobar la perturbadora capacidad del mal para adueñarse de la especie humana.

Título original: Lola
Dirigida por: Brillante Mendoza
Ficha (artística): Anita Linda; Rustica Carpio
Guión: Brillante Mendoza
Género: Drama
Edita: Golem (Cameo)

Tras este durísimo viaje iniciático, Brillante Ma. Mendoza cambió de registro en Lola, un homenaje a toda una generación de mujeres que, aunque ya ancianas, han continuado constituyendo el núcleo más activo e implicado de la población, aquéllas capaces de tirar de sus familias y de luchar por cada uno de sus miembros. Precisamente la cara opuesta del atónito joven Peping de Kinatay, mujeres curtidas por la vida a la que ya nada les sorprende y que tienen como único motor luchar por aquellas personas que aman. De alguna forma, Lola también escarba en las miserias de una sociedad huérfana de madres, en la que los hijos vagan sin un rumbo determinado. Lola demuestra la capacidad inquisitiva de Mendoza a la hora de utilizar la cámara en el seno de un escenario en continuo movimiento, tan vivo y desconcertante como las calles de Manila, practicando un estilo de raigambre social que le acercaría al cine de Ken Loach. Quizás le falte la rigurosidad y la concreción formal de Kinatay, y el sentido del humor que latía en Serbis, pero sin duda constituye una muestra del talento del director a la hora de elaborar una planificación secuencial milimétrica dentro del caótico polvorín que supone rodar en un paisaje urbano tan opresivo como agónico. Así, el empeño de dos abuelas (“lolas” según la jerga local), en ayudar a sus respectivos nietos (una para vengar la muerte de uno y otra para defender al asesino del otro) se convertirá en una pequeña odisea, casi como si de un film de supervivencia se tratara, que las enfrentará a las instituciones, a sus prejuicios y a su propia dignidad ética.

Lo Mejor: Su realismo, tan crudo, tan duro… sin concesiones (Kinatay) // La interpretación de las dos ancianas protagonistas (Lola).

Lo Peor: Que no haya tenido un estreno en cines (Kinatay) // Quizá el exceso de melodrama y poco rigurosidad formal (Lola).

Por Beatriz Martínez

miércoles, 29 de junio de 2011

Chow Yun-fat: el gentelman de Hong Kong

Un gentleman es siempre un gentleman. Y un gentleman sabe en todo momento en qué ambientes moverse para enriquecer su talante. Chow Yun-Fat no solo ha sido la cara amable del cine de Hong Kong, rebosante de energía, que ha logrado potenciar su carrera de forma meteórica, sino que lo ha hecho con honestidad. Confucio bien demuestra la versatilidad de un actor que siempre ha dado de pleno en la diana. Pero veamos qué caras esconde este actor poliédrico, que del mismo modo que un amatista, ha mostrado varios rostros en roles muy alejados del pistolero heroico que purifica su mente con baños de sangre. La glorificación de los caídos viene avalada por este actor al que todos admiramos. Recarguen sus bayonetas, que Chow Yun-Fat está listo para disparar.

Primer disparo: carne de cañón

Aún recuerdo con excitación la primera vez que pude contemplar el rostro de Chow Yun-Fat en mi televisor a la edad de 13 añitos; era en un programa doble que emitieron en la televisión autonómica catalana compuesto por Violent Cop de Takeshi Kitano y Hard Boiled de John Woo. Añoro esa noche. Mi primera noche de cine asiático. Fue el comienzo de una extraña y larga relación con Yun-Fat, al que muchos consideramos el mejor actor que ha parido la industria de Hong Kong, y por qué no decirlo, del cine mundial. Verle disparar con una mano sin perder ni una gota de sudor, mientras en la otra sostenía a un indefenso bebe recién nacido en Hard Boiled, fue la experiencia emocional más conmovedora que nunca habíamos podido ver en una película de acción. Ahí nacía un mito heroico, que ya contaba con una larga trayectoria televisiva y cinematográfica, y que hasta la fecha ignorábamos. Y es que a sus 55 años, Fat (y no aceptamos chistes malos porque él es de constitución delgada) puede presumir de haberse codeado con la “crème de la crème” de la industria nacional hongkonesa, desde el John Woo más enérgico hasta el minimalista cineasta de acción Johnnie To, pasando por las directrices del Ringo Lam más productivo o el Taylor Wong más realista y violento.

Pero este buen samaritano también ha generado indirectamente merchandising: desde el muñeco articulado “Detective Chow” imitando al Tequila de Hard Boiled, hasta una fiel maqueta de su personaje en The Killer con el traje blanco ensangrentado y rifle en mano, pasando por un Li Mu Bai de Tigre y Dragón o un Mark Gor de doce pulgadas. Y puestos a inmiscuirse en la industria del canto-pop, no podía faltar algún que otro vinilo de coleccionista con guitarra en mano. Pero su humildad le ha permitido ceñirse exclusivamente a su profesión, dejando de lado todo ese glamour y ese agresivo marketing con el que, según sus propias declaraciones, no se siente ni muy cómodo ni muy identificado. Antoine Fuqua, a propósito del rodaje de Asesinos de Reemplazo, decía de Fat que era muy servicial, humilde y amable con todo el equipo técnico y artístico, y de hecho, así se atestigua en el making off de la edición especial.

Siempre se le ha asociado irremediablemente con John Woo. ¡Y eso que solo trabajó con él en cinco películas! Cinco producciones básicas en las que le enseñó cómo disparar con clase. Pero de eso ya hablaremos. El tema es que Yun-Fat, antes de encarnar al mítico Mark Gor de Un Mañana Mejor (a partir de ahora A Better Tomorrow porque nos gusta más), ya llevaba quince años de frenética actividad en el mundo del Séptimo Arte. De hecho, venía  trabajando desde 1973 en los estudios TVB, una división de la Shaw Brothers dedicada especialmente a colocar programas en el mejor horario de la parrilla televisiva. Yun-Fat se presentó a un casting de la productora y… ¡tachan! ¡Sonaron las campanas por lo alto! Recuperad alguno de esos culebrones en los que participó o alguna de esas sonadas comedias, y seguro que no lo reconocéis. De todos modos ya en sus inicios coqueteó con el cine de acción de más bajo presupuesto en dos olvidadas cintas que sí llegaron de tapadillo en la edad de oro del videoclub español: El Cazador de Cabezas (1983) y Respuesta Implacable (1986), dos piezas de coleccionistas difíciles de rastrear hoy en día. Sorprendente el primer film, cuya engañosa carátula promete más de lo que da de sí, resulta ser: la relación entre un ex–marine reconvertido en asesino a sueldo y una periodista que años más tarde terminaría en las filas del ecologista Al Gore, encarnada por una guapísima Rosamund Kwan. Y de la segunda cinta… pues si solamente os digo que sale Joey Wong “in distress”… ¿matarías por ella? Chow Yun-Fat queda relegado a un segundo plano en esta historia de inmigrante sin papeles, que es extorsionada por un proxeneta, terminando en las manos de un honrado policía, hasta que la cosa se tuerce y la violencia gratuita aparece en pantalla como un plato de chop suey bien mezclado.

Tal vez más vale olvidar estos primeros años, muy fructíferos por cierto, de nuestro actor favorito. Aunque nadie niega que será recordado por varios motivos: ya sea por haber interpretado de forma acartonada a un experto luchador marcial en The Postman Fights Back (1981), una gélida cinta de acción del gran Ronny Yu (las novias del cabello blanco sabrán de qué hablo), o por ser el protagonista del melodrama con tintes bélicos Love in a Fallen City (1984), galardonada cinta de Ann Hui que hemos podido rescatar gracias a las ediciones remasterizas de la Shaw Brothers. Hay otra película que merece ser destacada como es Hard Boiled Killers (1980), una de las primeras producciones (mediocre cabe decirlo) en la que empieza a despuntar con las pistolas, y que llegó de tapadillo al mercado norteamericano aprovechando el tirón comercial de las cintas de John Woo (de ahí su rebautizado título para su edición en VHS). En fin, que entre algún que otro premio, como el de mejor actor por Hong Kong 1941 (Leong Po-Chih, 1983) otorgado unánimemente por el Asia-Pacific Film Festival y el Taipei Golden Horse Film Festival, la fama del señor Fat fue subiendo como la espuma. Si en ese momento hubiera sabido todo el trabajo que se le acumularía en los próximos años, tal vez se hubiera planteado dos veces lo de apuntar con sus preciadas recortadas.

Segundo disparo: bailar y disparar

John Woo definió la fisonomía del cine de acción de Hong Kong; hasta aquí todo el mundo lo sabía. Nadie ha descubierto la sopa de aleta de tiburón. Pero no lo hizo solo. Si el actor que nos ocupa no hubiera estado presente en A Better Tomorrow (1986), otro gallo cantaría en el polar, pues su alcohólico compañero Ti Lung para nada se asemejaba a esos anti-héroes cool que dejaron huella entre los aficionados al cine asiático del momento. Mark / Ken Gor, los dos personajes que interpretaba en sendas partes dirigidas por Woo, nos presentaban a todo un caballero que disparaba sin despeinarse, perseguido por un pasado oscuro, amigo de sus amigos, cuya hermandad y lealtad se sobreponía a su propia existencia. Así nacía el heroic bloodshed. Sin duda alguna, Chow Yun-Fat definió el carácter inherente de este tipo de personajes, cuyas hazañas heroicas sobrepasaban los límites de la realidad, ya fueran triádicos o policías. Su estoicismo helaba la sangre del espectador, y solo era superado por las ráfagas de metralla que debían burlar entre nubes de pólvora y fuego, pero siempre con una envidiable frialdad. Otra de las cualidades impertérritas de este tipo de personajes que moldeó nuestro gentleman en esos años, fue la de poder disparar a dos manos siguiendo toda una estricta coreografía estudiada de antemano, que recordaba mucho más a una competición de ballet que no a una película de tiros. Por si fuera poco, las dos partes de A Better Tomorrow convirtieron a Yun-Fat en un actor alabado por los fetichistas, pues su larga gabardina y sus imposibles gafas de sol se pusieron de moda entre la juventud de la época. Tanto que traspasaron fronteras, y un jovencísimo Quentin Tarantino se adueñó de parte de la indumentaria de la segunda parte (aquí titulada con el sugerente nombre de Honor, Plomo y Sangre) para confeccionar los trajes de Reservoir Dogs, y no contento con ello, se adueñó de la “concepción” de City on Fire (Ringo Lam, 1987), uno de los filmes más negros de esos años, que además cuenta con un excelente guión y una arriesgada puesta en escena, y en el que casualmente nuestro idolatrado se lleva el papel protagonista. Yun-Fat interpreta a un policía que se infiltra en una banda de ladrones de joyerías, dándose cuenta que puede confraternizar mejor con sus compañeros criminales que no con los de su departamento. Grandes interpretaciones, grandes momentos dramáticos y un clímax final entre un Chow Yun-Fat y un Danny Lee para quitarse el sombrero. Su magistral actuación le permitió seguir trabajando con Ringo Lam asiduamente, y podemos mencionar como largamente interesantes el dúo Prision on Fire, en el que vemos un claro cambio de registro; Wild Search (1988), en la que se hace cargo de una niña huérfana después de que su madre traficante haya sido abatida en plena redada policial; y la indispensable Full Contact (1993), ultraviolento thriller que todo amante del cine de Hong Kong recuerda con mucho cariño cada vez que la vuelve a visionar, y en la que se codea con un Simon Yam gay enamorado (ficticiamente) de su personaje: un anárquico policía de armas tomar que trabaja como guardaespaldas en un club nocturno y que debe salvar a un compañero (un atontado Anthony Wong, más de lo normal, más de lo real) de las garras de la mafia local.

Pero recordemos que todas estas producciones fueron pasando por nuestras manos una vez descubrimos todas las películas de John Woo en las que él acaparaba todas las miradas. En The Killer (1989) por ejemplo, obra maestra del cine de la ex-colonia británica por antonomasia, nos hacía sudar al mismo tiempo que comprobábamos cómo el ballet y las palomas son el eje central del esteticismo de Woo, y que Yun-Fat era el mejor actor para seguirle el juego al cineasta. Un vez más (y van…), el actor muestra su lado más frío, inamovible en su postura de asesino, hasta que en uno de sus casquillos de bala perdida deja ciega parcialmente a una cantante; en ese momento la apoyará incondicionalmente mientras un policía (Danny Lee en su salsa) intente dar con él. Además, las triadas lo persiguen porque lo consideran demasiado peligroso para sus intereses, y sólo el amor hace que fluya el espíritu de supervivencia del personaje, en un largometraje que termina con un espectacular baño de sangre en una iglesia. Ni el cura logra salvarse. Muere hasta el apuntador, hasta el propio espectador. The Killer significó mucho para la carrera de ambos, tanto para Fat, que se convirtió definitivamente en el actor de más prestigio de su generación, como para Woo, que obtuvo el premio al mejor director en los Hong Kong Film Awards de ese año (y no entendemos por qué no recompensaron al actor por su magistral interpretación).

El heroic bloodshed estaba que hervía, y antes de pasar por el último escalón del subgénero, Woo decidió emparejarlo con Leslie Cheung y Cherie Chung para rodar Un Ladrón Es Siempre un Ladrón (1991). Esta comedia con ladrones de guante blanco tenía la virtud de terminar en una grandiosa y portentosa escena de acción secundada por un inesperado giro sorpresa que dejó a todo el mundo con la boca abierta (no sé si porque Yun-Fat pasa de inválido a ser un maestro de kung-fu o por la manera en cómo se cierran los títulos de crédito). Y por fin nos ceñimos a esa producción que tanto amamos: Hard Boiled (1992), la traca final del heroic bloodshed, el eslabón perdido de las matanzas heroicas, la última seña de identidad del cine de acción de Hong Kong durante muchos años (con perdón de Full Contact). Hervidero (así la medio rebautizaron por estos parajes agrestes) es directamente un concurso de ballet cinematográfico; nunca ni nadie antes había rodado un film de dos horas en que buena parte del metraje esté plagada de tiroteos al ralentí, con constantes mexican stand-off y coreografías imposibles. La historia, muy básica: Tequila, un policía rudo amante del saxo, sigue la huella a otro policía camuflado (Tony Leung Chiu-Wai), hasta que ambos se dan cuenta que persiguen al mismo gangster (una vez más, el capitalista Anthony Wong), que esconde su guarida en un céntrico hospital. El resto ya es historia. Sería imposible nombrar todas esas secuencias que dejan por los suelos a cualquier film de acción “made in Hollywood” (ni tan solo El Último Boy Scout le llega a la suela de los zapatos), desde la entrada triunfal de Tequila al almacén de los triádicos, hasta la longeva masacre del hospital. Hard Boiled es cine en mayúsculas, elevando a su protagonista a la altura de actor de culto.
Algunos preguntaréis por qué elimino A Better Tomorrow 3 (1989) de la filmografía elemental de nuestro pistolero favorito. La respuesta es sencilla: Woo se desvinculó completamente de ella, y Tsui Hark cogió las riendas de la saga de la peor manera que supo, pues para exprimir el limón al producto situó la trama en los días que Mark Gor vivía en Saigón, justo al final de la Guerra de Vietnam. A Better Tomorrow 3 no sigue los planteamientos formales y conceptuales infundados en las otras dos, y en vez de ser un heroic bloodshed al uso, se convierte en un drama con alguna que otra escena puntual de tiroteos (prácticamente el clímax final). Para dramas casi os recomendamos visionar All About Ah-Long (Johnnie To, 1989), que intencionadamente se escapa del género, y nos devuelve a un Yun-Fat mucho más intimista, que supo aprovechar ese papel para ganarse la confianza de la Academia del Cine de Hong Kong por su lograda interpretación. Si los dramas emocionales no son los vuestro, mejor os recomendamos la trilogía que indirectamente moldeó el cine de triadas de esos años, protagonizada toda ella por un poderoso Yun-Fat y rodada exclusivamente por Taylor Wong: Rich and Famous (1987), Tragic Hero (1987) y Triads: the Inside Story (1989). Crudas, directas, violentas, y encima con rostros populares para la época, son tres muestras del cine bien facturado en la ex-colonia británica; incluso tuvieron ciertos problemas de exhibición (sobretodo la última) por parte de las presiones ejercidas por miembros de las mismas triadas. De esta inconfesa trilogía, Yun-Fat sacó un buen amigo, el jovencísimo Andy Lau, que lejos aún de ser una superestrella, intentaba abrirse camino en el competitivo mercado de Hong Kong. Yun-Fat en cierto modo fue su tutor, y de sus sonadas colaboraciones, podemos destacar la saga God of Gamblers, que como iba de jugadores y no de tiradores resulta un tanto floja, pero al público de Hong Kong no pareció importarle. Nuestro hombre Bond, (que podría serlo viendo el esmoquin que luce en Un Ladrón Es Siempre un Ladrón) siguió trabajando arduamente y peleándose con las tríadas, como por ejemplo en City War (1988), pero por suerte salió indemne. Si no fuese así, no hubiera protagonizado Tiger on the Beat (1989), con un duelo final con sierras mecánicas que ni Leatherface cortando jovencitos; Tresaure Hunt (1994), donde se vuelve a ratificar que, por muy buen pistolero que sea, si se mete en una historia coral en la que reina la fantasía, las aventuras y las tramas políticas, su actuación queda relegada a un segundo plano; y Peace Hotel (1995), un engañoso western que estuvo apadrinado en tareas de producción por el propio Woo, pero que en su conjunto no luce demasiado. Una lástima, ya que fue rodado por Wai Ka-Fai, buque insignia de la Milkyway. El problema principal de Peace Hotel recae en las propias secuencias de acción, filmadas con poco acierto visual, con una cámara mareante que imposibilita seguir a los personajes y una sensación de falta de pirotecnia.

Finalmente, haría las maletas y se iría rumbo al país del dólar, para seguir disparando de forma danzada, pero sin ese estilo espontáneo al que estábamos acostumbrados.

Tercer disparo: bala perdida

Su aventura en aguas americanas no fue tan desastrosa como esperábamos: Asesinos de Reemplazo (1998) era un buen thriller que importaba los clichés del cine de acción de Hong Kong, con dosis ajustadas de tiroteos filmados mucho mejor de lo que se dice, y que nos recuerdan en parte a esas añejas cintas en las que participó (me viene a la mente Hermanos de Sangre, que se quedaba en un subproducto avalado por Wong Kar-Wai, con alguna que otra masacre heroica discretilla). En El Corruptor (1999) volvía a ponerse en la piel de una policía que jugaba a dos bandos para salvaguardar la justicia, pero esta vez como inmigrante en territorio norteamericano. La complicidad entre Yun-Fat y Mark Wahlberg hace que el film avance sólidamente con un dinamismo trepidante, que ya para sí quisieran otros dramas criminales rodados en suelo estadounidense (como el soso remake de Scorsese de Infernal Affaire, porque no viene a cuento). Lo mismo no puede decirse del melodrama Ana y el Rey (1999), emparentándolo incomprensiblemente con Jodie Foster. La enésima versión de la historia de amor entre el Rey de Siam (¿Chow Yun-Fat?) y una refinada docente británica, no colaba ni en pintura. Lo mismo sucedía en El Monje (2003), el tiro volvía a salirle por la culata. Preferimos olvidar esta nefasta adaptación de un cómic vomitivo, y centrarnos por ejemplo en su participación en Tigre y Dragón (2003). Aunque el arte de la espada no se le dé tan bien como en el de disparar, destacamos la compenetración artística entre él y su compañera de reparto Michelle Yeoh, con quien mantiene una secreta relación sentimental en este posmoderno wuxia pian rodado por Ang Lee. Por eso nos alegramos cuando se reencontraron en Los Niños de Huang Shi; lástima que la relación que se establece entre ambos en este drama bélico rodado por Roger Spottiswoode (el mismo realizador de El Mañana Nunca Muere, protagonizado casualmente por Yeoh) sea pura anécdota.

Mejor quedarse con sus recientes actuaciones en producciones “maindland” como La Maldición de la Flor Dorada (2006), como déspota emperador Ping; y en la curiosa The Postmodern Life of my Aunt (2006), en la que vuelve a ponerse a las órdenes de Ann Hui. Su rol en Piratas del Caribe 3 (2007) tampoco convenció a muchos, con esa barba postiza que luego aprovechó para interpretar al maestro Mutenroshi en la horrenda adaptación yanki de Dragon Ball, una estúpida manera que tuvieron de cargarse nuestra infancia. Tal vez su rol en Shanghai (Mikael Hafstrom, 2010) fuera más acertado, por mucho que esta cinta romántica de gangsters situada a finales de la Segunda Guerra Mundial tenga cierto regusto a deja vu de Hero (una olvidada película de mafias de Takeshi Kaneshiro situada en los años 30) y de Deseo, Peligro (la morbosa cinta de Ang Lee que relata la ocupación japonesa en el Shanghai de 1942).

Lo que nos supo mal, muy mal, es que por desavenencias creativas (o lo que sea) no apareciera en Red Cliff (2008), pues hubiera sido un bonito reencuentro entre un maestro y su pupilo. Por suerte, prestó su holograma y voz en Stranglehold (2007), videojuego que dirigió Woo recuperando al tan añorado Tequila de Hard Boiled (ya que los rumores de una hipotética segunda parte se desvanecieron hace tiempo). Igualmente en esta épica producción maindland no hubiera disparado a dos manos, un arte que le enseño Woo y que sí utilizó en Let the Bullets Fly (Weng Jiang, 2010), una nueva muestra del cine heroico en la década de los 20 en plena china aburguesada, y que viene a seguir la estela dejada por Blood Brothers (Alexi Tan, 2007), curiosamente producida por Terence Chang y el propio Woo. 

Y ya que parece imposible verlo por España, al menos haremos como los chicos de Naturaleza Muerta (2006), que mientras visionaban una y otra vez A Better Tomorrow en un reproductor chusquero, imitaban a su ídolo con esas gafas que, mira por donde, aún se volverán a poner de moda. Les puedo garantizar que un mañana mejor nos espera después de ver alguna se sus producciones. Un mañana con honor, pero sin plomo ni sangre.

Eduard Terrades Vicens

Confucio: un melodrama de época chino en que los personajes no vuelan

El estreno en nuestras salas de Confucio parece razonable y a la vez es sorprendente. Por un lado es el perfecto producto orientalista, pues su ambientación de época evoca exotismo, y narra, en forma de drama, la vida de una figura no conocida pero sí reconocible de la filosofía oriental (tan en boga en Occidente desde hace un tiempo); está además protagonizada por una estrella internacional como es Chow Yun-Fat, y su nivel técnico es alto, además de ajustar-se formalmente a las convenciones del mainstream internacional. Sin embargo, algunos de estos atributos podrían girarse también en su contra. Para empezar, Chow no está en su salsa, y el potencial público del film (muy distinto al de sus habituales heroic bloodsheds) puede que no le reconozca. También hay que decir que a pesar de su potencial atractivo para las audiencias internacionales, el tratamiento del tema parece orientado al consumo interno, pues muchas de las cuestiones que rodean al pensamiento del personaje parecen darse por sentadas. Por otro lado, resulta paradójico que un film diseñado para ser un blockbuster deba ocupar un espacio tan marginal en nuestra oferta cinematográfica.
En su país de origen, la película parecía tener el éxito asegurado, tanto por el nivel de la producción exhibido como por venir apadrinada por el propio gobierno chino, quien le allanó el terreno al retirar (por decreto) las copias de Avatar de James Cameron de todas las salas excepto las de 3D, y facilitar así la distribución del film dirigido por Hu Mei. Poco después, y a la vista de la floja asistencia a las salas donde se proyectaba Confucio, se permitió a Avatar regresar a algunos locales. Desde su misma concepción, el film se había visto enredado en polémicas: había quien criticaba la elección de Chow Yun-Fat, un ‘hombre de acción’ y hongkonés de habla cantonesa, para el papel del venerable maestro en una cinta rodada en mandarín; otros se escandalizaron al ver en un tráiler escenas en las que Confucio empleaba las artes marciales o se veía envuelto en un romance con una concubina. Finalmente, buena parte de los elementos de la discordia fueron eliminados (fuera las peleas y la love story), una decisión política detrás de la cual se intuye la mano de un gobierno poco amante de la controversia.
Aún así, Confucio sigue ofreciendo una imagen sorprendente de este famoso (aunque, insisto, poco conocido) filósofo chino. Lo cierto es que se sabe poco de su vida, y que muy pronto se mitificó y se instrumentalizó políticamente su figura. Kong Qiu (también conocido como el Maestro Kong, en chino Kong zi) nació en el siglo VI aC y era el hijo de una familia noble empobrecida. La carrera política a la cual aspiraba fue un fracaso, de manera que optó por viajar a través de los diferentes territorios chinos y visitar a los príncipes feudales para ofrecerles sus doctrinas políticas, sin demasiado éxito. Destacó en cambio como pedagogo (en su voluntad de formar a hombres de bien), consiguiendo reunir a su alrededor a un numeroso grupo de discípulos, algunos de los cuales le acompañaban en sus itinerarios. Confucio predicaba el seguimiento de las costumbres antiguas, a las cuales veía como protectoras de la harmonía social, y a cuyo olvido achacaba la belicosa situación que le había tocado vivir. Su prédica no está explorada en este film, que prefiere centrarse, primero, en su acción política (describiéndole, en contra de los textos históricos, como un gran e influyente estadista), y después, en la penosa peregrinación lejos de su hogar que casi le cuesta la vida.
Para los cuatro autores del libreto, Confucio era un santo barón poseedor de todas las virtudes, capaz de sacrificarse abandonando a su familia en búsqueda de un bien común (nacional) más alto. Centrada, pues, en el mito y definitivamente alejada de la realidad, la película viaja a la contra del revisionismo histórico posmoderno, debido sin duda a su adscripción al discurso oficial del régimen, con sus constantes referencias a la unidad cultural y política. Los breves textos que con puntualidad nos informan de la identidad de algunos de los personajes (se entiende que reales) que van apareciendo, así como de fechas y lugares señalados, pretenden incorporar un rigor que no es otra cosa que una máscara para camuflar la falsedad de lo verdaderamente significativo.
La épica de la narración se traslada también a las imágenes, tan grandilocuentes como un diseño de producción millonario (que no escatima ni en decorados ni en efectos digitales para las grandes batallas y algunos paisajes), unos pesados movimientos de cámara y una insistente música enfática (a lo El Señor de los Anillos) lo permiten. Menos heroica es su duración (unas estándar dos horas), por desgracia, ya que en el tintero quedan interesantes subtramas (referentes a los discípulos y a las cortes de los reinos), que habrían dotado de mayor variedad a su segunda parte, así como de mayor fondo cultural.
No es que Confucio sea una mala película, ni mucho menos; el problema es que nos quiere vender la moto, y no cuela. Quien no se preocupe por eso, disfrutará de lo que no deja de ser una rara avis, un melodrama de época chino en que los personajes no vuelan.

martes, 28 de junio de 2011

¿Quieres un DVD de Encontré al Diablo?

Si hay alguna película de la que hemos hablado más extensamente a lo largo de estos últimos meses, no es otra que Encontré al Diablo (I Saw the Devil). Desde que el Septiembre pasado fuera presentada en el marco del Festival de cine de San Sebasrtián, donde pudimos charlar con su director, Kim Ji-woon, al doble pase que se realizó en el Festival de Sitges, y que acabó con la afonía de más de buena parte de los presentes.

Tras el último pase de la película que se realizó en el CAFW, en la maratón del sábado por la noche, Mediatres acaba de lanzar el dvd en venta directa. Una oportunidad única de asistir en casa al terror, locura, y persecución que hemos vivido ya en más de una ocasión en pantalla grande.

Para festejarlo por todo lo grande, tenemos cinco copias de la película. Una de las cuales puede ser para ti. ¿Qué tienes que hacer? Simplemente déjanos tu opinión sobre la película (via blog -respondiendo en esta misma entrada-, via facebook-CineAsia-, o vía mail) Mucha suerte...

Nosolocine: Fimucite 5: La épica de “La Casa de las Dagas Voladoras"

FIMUCITÉ regresa este año más asiático que nunca con la presencia del compositor japonés Shigeru Umebayashi. Un repertorio que podrá escucharse el día 1 de julio a partir de las 21.00 horas, y bajo la dirección de Diego Navarro, de la mano de la Orquesta Sinfónica de Tenerife y el Tenerife Film Choir.

El ancestral sentido de la épica japonesa presente en la película La Casa de las Dagas Voladoras, conforma sólo una de las muchas emociones que podrán respirarse gracias al repertorio que, en torno al compositor Shigeru Umebayashi, programa para el próximo 1 de julio el Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (FIMUCITÉ). Patrocinado por el Cabildo Insular de Tenerife, junto al Gobierno de Canarias y los Ayuntamientos de Santa Cruz y La Laguna, el concierto tendrá lugar en el Auditorio de Tenerife “Adán Martín”, a partir de las 21.00 horas, y correrá a cargo de la Orquesta Sinfónica de Tenerife y del Tenerife Film Choir, bajo la dirección del compositor y responsable máximo de este Festival, Diego Navarro.

En la estela de Tigre y Dragón o Hero, La Casa de las Dagas Voladoras (Zhang Yimou) hizo en 2004 las delicias de los aficionados al relato fantástico japonés, mezcla de tradición, historia y leyenda. De este modo, durante el segmento dedicado a Umebayashi, podrán escucharse, además, algunas de sus composiciones para otras películas como Deseando Amar o 2046, ambas del director hongkonés Wong Kar-wai, con quien el compositor colabora habitualmente.

Una de las bazas más arriesgadas e innovadoras de este concierto residirá sin duda en el protagonismo de las flautas étnicas durante la sección dedicada a Umebayashi. Según Javier Paxariño, el músico que asumirá este reto, “lo efímero del directo será el verdadero juez de lo que suceda durante la noche del concierto”. Una noche que, asegura, afronta con sumo placer y “con todo el oficio” que aglutina su amplia carrera, entre la que se incluyen trabajos para filmes tan conocidos como Los amantes del Círculo Polar.

Umebayashi usa una flauta japonesa insustituible, aunque en el concierto utilizaremos otros instrumentos procedentes de la India, o una travesera de bambú, para ajustarnos al sonido del compositor japonés”, continúa explicando Javier Paxariño. En su opinión, las cualidades evocativas de la música que caracteriza su propia trayectoria hasta el momento podrían tacharse de “visuales”, y sus instrumentos de “fotográficos”, aunque “quizás el antes y el después del uso de los instrumentos étnicos en el mundo del cine se haya producido con la introducción del duduk armenio usado en Gladiator, de Ridley Scott”, valora.

Paxariño cree que este tipo de instrumentos “dan una expresividad particular, al igual que ocurre con los que utiliza Umebayashi; una expresividad –indica- connatural a todo el arte japonés, ya que en Oriente el arte siempre ha imitado a la naturaleza. Es normal que en cuanto a esa capacidad de su música para hacernos visualizar situaciones nos lleven ventaja”, continúa. Y añade: “En Japón, en concreto, a ese tributo constante al entorno natural se une un sentido añadido de la épica y del drama”, que son precisamente los que se desplegarán en FIMUCITÉ el próximo día 1.

CineAsia: de vuelta al cole

Hola de nuevo, cineasiáticos.

Parece mentira, pero lo bueno se acaba pronto. La semana de vacaciones que nos tomamos tras la realización del CAFW ha llegado a su término... Por lo que este año se cierra pronto nuestro periplo vacacional (julio y agosto toca quedarse en la oficina para preparar la segunda parte del año que nos viene encima).

Algo más descansados después de nuestra experiencia en la primera edición del CAFW, y cuando más de uno empaca sus pertenencias para evadirse durante unas semanas de la visión de su jefe, en CineAsia volvemos al cole.

A lo largo de este mes de julio podremos disfrutar del Fimucite que alcanza este año su quinta edición. El Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife regresa este año más asiático que nunca con la presencia del compositor japonés Shigeru Umebayashi (La Casa de las Dagas Voladoras, Deseando Amar). Vic es otro de los puntos neurálgicos del cine y de la cultura y gastronomía asiáticas durante el mes de julio. Esta edición, el Festival Nits de Cinema Oriental nos promete emociones fuertes como son la inaguración Yamada: The Samurai of Ayothaya o las cintas de Bollywood Enthiran o Dabbang.

Desde CineAsia os iremos informando puntualmente de cada una de las citas asiáticas que nos depara el verano... Y de todo lo que nos queda por delante: Festival de cine de Sitges, Semana de Corea en la UMA, Sección fantástica asiática en el FANCINE, actividades cinematográficas en el Salón del Manga de Barcelona... Y alguna que otra sorpresa más que siempre nos guardamos en la manga.

Enrique Garcelán

miércoles, 15 de junio de 2011

Diario de El séptimo samurai en el CAFW (5): Clausura del festival.

Es difícil hablar de final cuando algo acaba de nacer. Es el caso del CAFW, que acaba de cerrar sus puertas por lo que al 2011 se refiere, pero que nos deja con ese sabor dulzón de un evento que nos va acompñar, si Buda y el resto de dioses lo permiten, durante muchos años. Ahora toca felicitarse por los logros obtenidos y reflexionar sobre aciertos y desaciertos para preparar una segunda edición que colme las expectativas creadas por este estupendo debut. Ayer, mientras el público asistente a la gala de clausura dispensaba un largo y caluroso aplauso de agradecimiento a los organizadores por habernos traído a Barcelona buen cine oriental, les apremiaban a consolidar una propuesta tan atractiva como necesaria para una concurrencia ávida de buenas propuestas fílmicas. Es muy triste que el 95% (siendo generosos) de los films exhibidos durante los días del CAFW no vaya a conocer aventura comercial en las pantallas de nuestro país. Tan sólo dos o tres títulos se editarán en DVD gracias a la estupenda política de algunas arriesgadas distribuidoras mientras el resto se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Pero en esta última entrega del diario de este agotado guerrero no queremos pecar de pesimistas sino todo lo contrario, así que anunciamos a bombo y platillo que la absoluta vencedora del CAFW 2011 y por lo tanto ganadora del Casa Asia Film Week ha sido la película de nacionalidad china Buddha Mountain, de Li Yu. El jurado argumentó su decisión por la capacidad de la directora de plasmar el sentir de la juventud china contemporánea; por haber conseguido una pieza de cine viva sin caer en excesos aleccionadores; y por retratar una serie de personajes de diferentes generaciones que buscan enraizarse en un país en constante transformación. Poco más se puede añadir a tan acertadas conclusiones. Buddha Mountain es cine con letras mayúsculas. Un choque de trenes entre tres jóvenes que buscan beberse la vida a tragos largos y alguien a quien la tragedia le ha quitado las ganas de vivir. De ese cruce de la alegría y la pena, de la tradición y la modernidad, de la vida y la muerte, nace uno de los films más bellos que he podido ver en los últimos años. Con un elenco actoral simplemente sublime, encabezado por la guapísima y además buena actriz Fan Bingbing (quien ya había trabajado a las órdenes de la directora en Lost in Beijing y que consiguió por su interpretación de Nan Feng el premio a mejor actriz en el Festival de cine de Tokyo) y la veterana Sylvia Chang, vista en films tan populares como Comer, beber, amar, de Ang Lee o El violín rojo, de François Girard, y que aquí nos ofrece un verdadero recital de emoción y contención, una actuación desgarradora que llega y de que manera al alma del espectador (como ocurre en la dolorosa escena en la que descubre que los chicos le han cogido el coche del garaje para darse un garbeo y su consiguiente regañina). Pero sería injusto dejar sin elogios a los dos actores principales masculinos de la función, Berlín Chen (Kung fu Dunk) y Wang Helong (en el que es su debut en pantalla), quienes al igual que sus partenaires femeninas bordan sus complicados roles.

A parte de esta recomendable joya el domingo también nos deparó dos buenas películas de género que vinieron a poner un magnífico colofón en un certámen donde en cuanto a nivel cualitativo de los films programados las luces ganaron por goleada a las sombras.

La primera de ellas, la coreana Moss, de Kang Woo-suk,  un muy entretenido ejercicio de suspense donde el entorno rural se muestra de todo menos apacible, muy en la línea de títulos como Perros de Paja o nuestra Furtivos (qué gran película y qué poco reconocida a la vez), obras que han alcanzado la categoría de clásicos y que mostraban una naturaleza inhóspita donde uno no se iría ni loco de vacaciones.   El director del film consigue introducirnos en la alambicada trama sin presentarnos un héroe con el que empatizar y mediante un prólogo donde se dejan entrever algunos aspectos de la trama a desarrollar. La pena es que quizás nos hagamos unas expectativas demasiado grandes que luego no se cumplen. La acción brilla por su ausencia y el misterio planteado nunca acaba de sorprendernos ni en su desarrollo ni por supuesto en su endeble resolución, donde quedan demasiados cabos sueltos. Algunas madejas secundarias tampoco se entraman con toda la coherencia que deberían, y además algunos elementos que podrían haber dado mucho más juego, como por ejemplo esos túneles subterráneos que van comunicando todos los sótanos de las casas del poblado, están completamente desaprovechados. De todas maneras, Moss se ve con agrado, y buena culpa de ello radica en unas conseguidas caracterizaciones por parte de unos personajes creíbles y contundentes.

Y para clausurar oficialmente el festival, se proyectó The Stool Pigeon, un adrenalítico thriller de acción hongkonés dirigido por el maestro Dante Lam. Un realizador que ha revitalizado, y de que manera, el género de acción en una cinematografía como la de la ex-colonia británica que comenzaba a perder esplendor. Títulos como The Beast Stalker, Fire of Conscience o esta The Stool Pigeon así lo constatan (y de camino viene su última producción, Viral Factor); atmósferas asfixiantes unidas a un buen talante narrativo en complejas tramas donde policias corruptos, malhechores bienintencionados y jefes de triadas más malos que la tiña tejen una tela de araña de la que el espectador no puede ni quiere escapar. The Stool Pigeon está protagonizada por Nicholas Tse (Shaolin, Dragon Tiger Gate) y Nick Cheung (Exiled, Breaking News), dos actores habituales en las películas de Lam. Aquí dan vida a un policía atormentado y a un recién reclutado informador que deben trabajar juntos para intentar atrapar a un capo mafioso que se didedica a efectuar grandes robos. Si bien las diversas tramas que jalonan el relato no tienen mucho de original,  aunque están majestuosamente intercaladas, donde sí radica su singularidad es en unas muy bien rodadas escenas de acción dotadas de un ritmo trepidante (sobretodo en las vertiginosas persecuciones de coches) y en un tercio final de metraje donde se produce un auténtico baño de sangre en un colegio abandonado. Un broche de oro ideal para un Festival exquisito donde han tenido cabida todo tipo de géneros y tendencias.

Realmente ha constituido un verdadero lujazo poder disfrutar de un Festival como el CAFW. Tan sólo me resta agradecer a Gloria y a Enrique la oportunidad de volver a colaborar con ellos en el blog de Cineasia, y sobretodo darles las gracias también por su esfuerzo y alma puestos al servicio de este, a aprtir de ahora, Festival referente para todos aquellos que amamos el cine asiático.  
  
¡Hata el próximo CAFW!

Francisco Nieto