miércoles, 29 de junio de 2011

Chow Yun-fat: el gentelman de Hong Kong

Un gentleman es siempre un gentleman. Y un gentleman sabe en todo momento en qué ambientes moverse para enriquecer su talante. Chow Yun-Fat no solo ha sido la cara amable del cine de Hong Kong, rebosante de energía, que ha logrado potenciar su carrera de forma meteórica, sino que lo ha hecho con honestidad. Confucio bien demuestra la versatilidad de un actor que siempre ha dado de pleno en la diana. Pero veamos qué caras esconde este actor poliédrico, que del mismo modo que un amatista, ha mostrado varios rostros en roles muy alejados del pistolero heroico que purifica su mente con baños de sangre. La glorificación de los caídos viene avalada por este actor al que todos admiramos. Recarguen sus bayonetas, que Chow Yun-Fat está listo para disparar.

Primer disparo: carne de cañón

Aún recuerdo con excitación la primera vez que pude contemplar el rostro de Chow Yun-Fat en mi televisor a la edad de 13 añitos; era en un programa doble que emitieron en la televisión autonómica catalana compuesto por Violent Cop de Takeshi Kitano y Hard Boiled de John Woo. Añoro esa noche. Mi primera noche de cine asiático. Fue el comienzo de una extraña y larga relación con Yun-Fat, al que muchos consideramos el mejor actor que ha parido la industria de Hong Kong, y por qué no decirlo, del cine mundial. Verle disparar con una mano sin perder ni una gota de sudor, mientras en la otra sostenía a un indefenso bebe recién nacido en Hard Boiled, fue la experiencia emocional más conmovedora que nunca habíamos podido ver en una película de acción. Ahí nacía un mito heroico, que ya contaba con una larga trayectoria televisiva y cinematográfica, y que hasta la fecha ignorábamos. Y es que a sus 55 años, Fat (y no aceptamos chistes malos porque él es de constitución delgada) puede presumir de haberse codeado con la “crème de la crème” de la industria nacional hongkonesa, desde el John Woo más enérgico hasta el minimalista cineasta de acción Johnnie To, pasando por las directrices del Ringo Lam más productivo o el Taylor Wong más realista y violento.

Pero este buen samaritano también ha generado indirectamente merchandising: desde el muñeco articulado “Detective Chow” imitando al Tequila de Hard Boiled, hasta una fiel maqueta de su personaje en The Killer con el traje blanco ensangrentado y rifle en mano, pasando por un Li Mu Bai de Tigre y Dragón o un Mark Gor de doce pulgadas. Y puestos a inmiscuirse en la industria del canto-pop, no podía faltar algún que otro vinilo de coleccionista con guitarra en mano. Pero su humildad le ha permitido ceñirse exclusivamente a su profesión, dejando de lado todo ese glamour y ese agresivo marketing con el que, según sus propias declaraciones, no se siente ni muy cómodo ni muy identificado. Antoine Fuqua, a propósito del rodaje de Asesinos de Reemplazo, decía de Fat que era muy servicial, humilde y amable con todo el equipo técnico y artístico, y de hecho, así se atestigua en el making off de la edición especial.

Siempre se le ha asociado irremediablemente con John Woo. ¡Y eso que solo trabajó con él en cinco películas! Cinco producciones básicas en las que le enseñó cómo disparar con clase. Pero de eso ya hablaremos. El tema es que Yun-Fat, antes de encarnar al mítico Mark Gor de Un Mañana Mejor (a partir de ahora A Better Tomorrow porque nos gusta más), ya llevaba quince años de frenética actividad en el mundo del Séptimo Arte. De hecho, venía  trabajando desde 1973 en los estudios TVB, una división de la Shaw Brothers dedicada especialmente a colocar programas en el mejor horario de la parrilla televisiva. Yun-Fat se presentó a un casting de la productora y… ¡tachan! ¡Sonaron las campanas por lo alto! Recuperad alguno de esos culebrones en los que participó o alguna de esas sonadas comedias, y seguro que no lo reconocéis. De todos modos ya en sus inicios coqueteó con el cine de acción de más bajo presupuesto en dos olvidadas cintas que sí llegaron de tapadillo en la edad de oro del videoclub español: El Cazador de Cabezas (1983) y Respuesta Implacable (1986), dos piezas de coleccionistas difíciles de rastrear hoy en día. Sorprendente el primer film, cuya engañosa carátula promete más de lo que da de sí, resulta ser: la relación entre un ex–marine reconvertido en asesino a sueldo y una periodista que años más tarde terminaría en las filas del ecologista Al Gore, encarnada por una guapísima Rosamund Kwan. Y de la segunda cinta… pues si solamente os digo que sale Joey Wong “in distress”… ¿matarías por ella? Chow Yun-Fat queda relegado a un segundo plano en esta historia de inmigrante sin papeles, que es extorsionada por un proxeneta, terminando en las manos de un honrado policía, hasta que la cosa se tuerce y la violencia gratuita aparece en pantalla como un plato de chop suey bien mezclado.

Tal vez más vale olvidar estos primeros años, muy fructíferos por cierto, de nuestro actor favorito. Aunque nadie niega que será recordado por varios motivos: ya sea por haber interpretado de forma acartonada a un experto luchador marcial en The Postman Fights Back (1981), una gélida cinta de acción del gran Ronny Yu (las novias del cabello blanco sabrán de qué hablo), o por ser el protagonista del melodrama con tintes bélicos Love in a Fallen City (1984), galardonada cinta de Ann Hui que hemos podido rescatar gracias a las ediciones remasterizas de la Shaw Brothers. Hay otra película que merece ser destacada como es Hard Boiled Killers (1980), una de las primeras producciones (mediocre cabe decirlo) en la que empieza a despuntar con las pistolas, y que llegó de tapadillo al mercado norteamericano aprovechando el tirón comercial de las cintas de John Woo (de ahí su rebautizado título para su edición en VHS). En fin, que entre algún que otro premio, como el de mejor actor por Hong Kong 1941 (Leong Po-Chih, 1983) otorgado unánimemente por el Asia-Pacific Film Festival y el Taipei Golden Horse Film Festival, la fama del señor Fat fue subiendo como la espuma. Si en ese momento hubiera sabido todo el trabajo que se le acumularía en los próximos años, tal vez se hubiera planteado dos veces lo de apuntar con sus preciadas recortadas.

Segundo disparo: bailar y disparar

John Woo definió la fisonomía del cine de acción de Hong Kong; hasta aquí todo el mundo lo sabía. Nadie ha descubierto la sopa de aleta de tiburón. Pero no lo hizo solo. Si el actor que nos ocupa no hubiera estado presente en A Better Tomorrow (1986), otro gallo cantaría en el polar, pues su alcohólico compañero Ti Lung para nada se asemejaba a esos anti-héroes cool que dejaron huella entre los aficionados al cine asiático del momento. Mark / Ken Gor, los dos personajes que interpretaba en sendas partes dirigidas por Woo, nos presentaban a todo un caballero que disparaba sin despeinarse, perseguido por un pasado oscuro, amigo de sus amigos, cuya hermandad y lealtad se sobreponía a su propia existencia. Así nacía el heroic bloodshed. Sin duda alguna, Chow Yun-Fat definió el carácter inherente de este tipo de personajes, cuyas hazañas heroicas sobrepasaban los límites de la realidad, ya fueran triádicos o policías. Su estoicismo helaba la sangre del espectador, y solo era superado por las ráfagas de metralla que debían burlar entre nubes de pólvora y fuego, pero siempre con una envidiable frialdad. Otra de las cualidades impertérritas de este tipo de personajes que moldeó nuestro gentleman en esos años, fue la de poder disparar a dos manos siguiendo toda una estricta coreografía estudiada de antemano, que recordaba mucho más a una competición de ballet que no a una película de tiros. Por si fuera poco, las dos partes de A Better Tomorrow convirtieron a Yun-Fat en un actor alabado por los fetichistas, pues su larga gabardina y sus imposibles gafas de sol se pusieron de moda entre la juventud de la época. Tanto que traspasaron fronteras, y un jovencísimo Quentin Tarantino se adueñó de parte de la indumentaria de la segunda parte (aquí titulada con el sugerente nombre de Honor, Plomo y Sangre) para confeccionar los trajes de Reservoir Dogs, y no contento con ello, se adueñó de la “concepción” de City on Fire (Ringo Lam, 1987), uno de los filmes más negros de esos años, que además cuenta con un excelente guión y una arriesgada puesta en escena, y en el que casualmente nuestro idolatrado se lleva el papel protagonista. Yun-Fat interpreta a un policía que se infiltra en una banda de ladrones de joyerías, dándose cuenta que puede confraternizar mejor con sus compañeros criminales que no con los de su departamento. Grandes interpretaciones, grandes momentos dramáticos y un clímax final entre un Chow Yun-Fat y un Danny Lee para quitarse el sombrero. Su magistral actuación le permitió seguir trabajando con Ringo Lam asiduamente, y podemos mencionar como largamente interesantes el dúo Prision on Fire, en el que vemos un claro cambio de registro; Wild Search (1988), en la que se hace cargo de una niña huérfana después de que su madre traficante haya sido abatida en plena redada policial; y la indispensable Full Contact (1993), ultraviolento thriller que todo amante del cine de Hong Kong recuerda con mucho cariño cada vez que la vuelve a visionar, y en la que se codea con un Simon Yam gay enamorado (ficticiamente) de su personaje: un anárquico policía de armas tomar que trabaja como guardaespaldas en un club nocturno y que debe salvar a un compañero (un atontado Anthony Wong, más de lo normal, más de lo real) de las garras de la mafia local.

Pero recordemos que todas estas producciones fueron pasando por nuestras manos una vez descubrimos todas las películas de John Woo en las que él acaparaba todas las miradas. En The Killer (1989) por ejemplo, obra maestra del cine de la ex-colonia británica por antonomasia, nos hacía sudar al mismo tiempo que comprobábamos cómo el ballet y las palomas son el eje central del esteticismo de Woo, y que Yun-Fat era el mejor actor para seguirle el juego al cineasta. Un vez más (y van…), el actor muestra su lado más frío, inamovible en su postura de asesino, hasta que en uno de sus casquillos de bala perdida deja ciega parcialmente a una cantante; en ese momento la apoyará incondicionalmente mientras un policía (Danny Lee en su salsa) intente dar con él. Además, las triadas lo persiguen porque lo consideran demasiado peligroso para sus intereses, y sólo el amor hace que fluya el espíritu de supervivencia del personaje, en un largometraje que termina con un espectacular baño de sangre en una iglesia. Ni el cura logra salvarse. Muere hasta el apuntador, hasta el propio espectador. The Killer significó mucho para la carrera de ambos, tanto para Fat, que se convirtió definitivamente en el actor de más prestigio de su generación, como para Woo, que obtuvo el premio al mejor director en los Hong Kong Film Awards de ese año (y no entendemos por qué no recompensaron al actor por su magistral interpretación).

El heroic bloodshed estaba que hervía, y antes de pasar por el último escalón del subgénero, Woo decidió emparejarlo con Leslie Cheung y Cherie Chung para rodar Un Ladrón Es Siempre un Ladrón (1991). Esta comedia con ladrones de guante blanco tenía la virtud de terminar en una grandiosa y portentosa escena de acción secundada por un inesperado giro sorpresa que dejó a todo el mundo con la boca abierta (no sé si porque Yun-Fat pasa de inválido a ser un maestro de kung-fu o por la manera en cómo se cierran los títulos de crédito). Y por fin nos ceñimos a esa producción que tanto amamos: Hard Boiled (1992), la traca final del heroic bloodshed, el eslabón perdido de las matanzas heroicas, la última seña de identidad del cine de acción de Hong Kong durante muchos años (con perdón de Full Contact). Hervidero (así la medio rebautizaron por estos parajes agrestes) es directamente un concurso de ballet cinematográfico; nunca ni nadie antes había rodado un film de dos horas en que buena parte del metraje esté plagada de tiroteos al ralentí, con constantes mexican stand-off y coreografías imposibles. La historia, muy básica: Tequila, un policía rudo amante del saxo, sigue la huella a otro policía camuflado (Tony Leung Chiu-Wai), hasta que ambos se dan cuenta que persiguen al mismo gangster (una vez más, el capitalista Anthony Wong), que esconde su guarida en un céntrico hospital. El resto ya es historia. Sería imposible nombrar todas esas secuencias que dejan por los suelos a cualquier film de acción “made in Hollywood” (ni tan solo El Último Boy Scout le llega a la suela de los zapatos), desde la entrada triunfal de Tequila al almacén de los triádicos, hasta la longeva masacre del hospital. Hard Boiled es cine en mayúsculas, elevando a su protagonista a la altura de actor de culto.
Algunos preguntaréis por qué elimino A Better Tomorrow 3 (1989) de la filmografía elemental de nuestro pistolero favorito. La respuesta es sencilla: Woo se desvinculó completamente de ella, y Tsui Hark cogió las riendas de la saga de la peor manera que supo, pues para exprimir el limón al producto situó la trama en los días que Mark Gor vivía en Saigón, justo al final de la Guerra de Vietnam. A Better Tomorrow 3 no sigue los planteamientos formales y conceptuales infundados en las otras dos, y en vez de ser un heroic bloodshed al uso, se convierte en un drama con alguna que otra escena puntual de tiroteos (prácticamente el clímax final). Para dramas casi os recomendamos visionar All About Ah-Long (Johnnie To, 1989), que intencionadamente se escapa del género, y nos devuelve a un Yun-Fat mucho más intimista, que supo aprovechar ese papel para ganarse la confianza de la Academia del Cine de Hong Kong por su lograda interpretación. Si los dramas emocionales no son los vuestro, mejor os recomendamos la trilogía que indirectamente moldeó el cine de triadas de esos años, protagonizada toda ella por un poderoso Yun-Fat y rodada exclusivamente por Taylor Wong: Rich and Famous (1987), Tragic Hero (1987) y Triads: the Inside Story (1989). Crudas, directas, violentas, y encima con rostros populares para la época, son tres muestras del cine bien facturado en la ex-colonia británica; incluso tuvieron ciertos problemas de exhibición (sobretodo la última) por parte de las presiones ejercidas por miembros de las mismas triadas. De esta inconfesa trilogía, Yun-Fat sacó un buen amigo, el jovencísimo Andy Lau, que lejos aún de ser una superestrella, intentaba abrirse camino en el competitivo mercado de Hong Kong. Yun-Fat en cierto modo fue su tutor, y de sus sonadas colaboraciones, podemos destacar la saga God of Gamblers, que como iba de jugadores y no de tiradores resulta un tanto floja, pero al público de Hong Kong no pareció importarle. Nuestro hombre Bond, (que podría serlo viendo el esmoquin que luce en Un Ladrón Es Siempre un Ladrón) siguió trabajando arduamente y peleándose con las tríadas, como por ejemplo en City War (1988), pero por suerte salió indemne. Si no fuese así, no hubiera protagonizado Tiger on the Beat (1989), con un duelo final con sierras mecánicas que ni Leatherface cortando jovencitos; Tresaure Hunt (1994), donde se vuelve a ratificar que, por muy buen pistolero que sea, si se mete en una historia coral en la que reina la fantasía, las aventuras y las tramas políticas, su actuación queda relegada a un segundo plano; y Peace Hotel (1995), un engañoso western que estuvo apadrinado en tareas de producción por el propio Woo, pero que en su conjunto no luce demasiado. Una lástima, ya que fue rodado por Wai Ka-Fai, buque insignia de la Milkyway. El problema principal de Peace Hotel recae en las propias secuencias de acción, filmadas con poco acierto visual, con una cámara mareante que imposibilita seguir a los personajes y una sensación de falta de pirotecnia.

Finalmente, haría las maletas y se iría rumbo al país del dólar, para seguir disparando de forma danzada, pero sin ese estilo espontáneo al que estábamos acostumbrados.

Tercer disparo: bala perdida

Su aventura en aguas americanas no fue tan desastrosa como esperábamos: Asesinos de Reemplazo (1998) era un buen thriller que importaba los clichés del cine de acción de Hong Kong, con dosis ajustadas de tiroteos filmados mucho mejor de lo que se dice, y que nos recuerdan en parte a esas añejas cintas en las que participó (me viene a la mente Hermanos de Sangre, que se quedaba en un subproducto avalado por Wong Kar-Wai, con alguna que otra masacre heroica discretilla). En El Corruptor (1999) volvía a ponerse en la piel de una policía que jugaba a dos bandos para salvaguardar la justicia, pero esta vez como inmigrante en territorio norteamericano. La complicidad entre Yun-Fat y Mark Wahlberg hace que el film avance sólidamente con un dinamismo trepidante, que ya para sí quisieran otros dramas criminales rodados en suelo estadounidense (como el soso remake de Scorsese de Infernal Affaire, porque no viene a cuento). Lo mismo no puede decirse del melodrama Ana y el Rey (1999), emparentándolo incomprensiblemente con Jodie Foster. La enésima versión de la historia de amor entre el Rey de Siam (¿Chow Yun-Fat?) y una refinada docente británica, no colaba ni en pintura. Lo mismo sucedía en El Monje (2003), el tiro volvía a salirle por la culata. Preferimos olvidar esta nefasta adaptación de un cómic vomitivo, y centrarnos por ejemplo en su participación en Tigre y Dragón (2003). Aunque el arte de la espada no se le dé tan bien como en el de disparar, destacamos la compenetración artística entre él y su compañera de reparto Michelle Yeoh, con quien mantiene una secreta relación sentimental en este posmoderno wuxia pian rodado por Ang Lee. Por eso nos alegramos cuando se reencontraron en Los Niños de Huang Shi; lástima que la relación que se establece entre ambos en este drama bélico rodado por Roger Spottiswoode (el mismo realizador de El Mañana Nunca Muere, protagonizado casualmente por Yeoh) sea pura anécdota.

Mejor quedarse con sus recientes actuaciones en producciones “maindland” como La Maldición de la Flor Dorada (2006), como déspota emperador Ping; y en la curiosa The Postmodern Life of my Aunt (2006), en la que vuelve a ponerse a las órdenes de Ann Hui. Su rol en Piratas del Caribe 3 (2007) tampoco convenció a muchos, con esa barba postiza que luego aprovechó para interpretar al maestro Mutenroshi en la horrenda adaptación yanki de Dragon Ball, una estúpida manera que tuvieron de cargarse nuestra infancia. Tal vez su rol en Shanghai (Mikael Hafstrom, 2010) fuera más acertado, por mucho que esta cinta romántica de gangsters situada a finales de la Segunda Guerra Mundial tenga cierto regusto a deja vu de Hero (una olvidada película de mafias de Takeshi Kaneshiro situada en los años 30) y de Deseo, Peligro (la morbosa cinta de Ang Lee que relata la ocupación japonesa en el Shanghai de 1942).

Lo que nos supo mal, muy mal, es que por desavenencias creativas (o lo que sea) no apareciera en Red Cliff (2008), pues hubiera sido un bonito reencuentro entre un maestro y su pupilo. Por suerte, prestó su holograma y voz en Stranglehold (2007), videojuego que dirigió Woo recuperando al tan añorado Tequila de Hard Boiled (ya que los rumores de una hipotética segunda parte se desvanecieron hace tiempo). Igualmente en esta épica producción maindland no hubiera disparado a dos manos, un arte que le enseño Woo y que sí utilizó en Let the Bullets Fly (Weng Jiang, 2010), una nueva muestra del cine heroico en la década de los 20 en plena china aburguesada, y que viene a seguir la estela dejada por Blood Brothers (Alexi Tan, 2007), curiosamente producida por Terence Chang y el propio Woo. 

Y ya que parece imposible verlo por España, al menos haremos como los chicos de Naturaleza Muerta (2006), que mientras visionaban una y otra vez A Better Tomorrow en un reproductor chusquero, imitaban a su ídolo con esas gafas que, mira por donde, aún se volverán a poner de moda. Les puedo garantizar que un mañana mejor nos espera después de ver alguna se sus producciones. Un mañana con honor, pero sin plomo ni sangre.

Eduard Terrades Vicens

3 comentarios:

  1. Y lo de Ana y el rey por que es, porque no es de accion?
    Vaya criterio, es una pelicula muy digna, y el hace un buen papel.
    Pero como no habian leches ni tiros...

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  2. Eduard Terrades Vicens2 de julio de 2011, 0:16

    Pues porque no tienen química y ya está, yo nunca he dicho que la película sea mala (de hecho la he podido ver un par de veces, una en cines y otra en TV, y me gustó). Pero si no leemos con atención...
    Y sobre si es porque no tiene acción, pues no se a qué criterio te refieres pero yo te invito a que pases por mi filmoteca particular con unos 2000 títulos (en dvd original) y comprobarás la rica variedad de mi colección. Porque...¿aguantarías una maratón de cine mudo japonés? ¿Y unas cuantas cintas polacas de los años 80? Solo pretendía ofrecer un estudio variado, amplio y completista del actor, teniendo en cuenta esos filmes que vi (como El Cazador de Cabezas) mucho antes de que Manga films editara sus films con John Woo. Son horas de visionado y de escritura, pero si sólo te quieres quedar en la superficie, cuestionándote mi criterio sin tan solo conocerme y firmando con un seudónimo de dudosa educación...pues allá tu. Cateto, espero haberte respondido a tu pregunta.

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