
Precisamente ese patetismo llega a su máximo paroxismo cuando debe poner en práctica los trucos más estúpidos que se han visto en una pantalla desde hace bastante tiempo, para provocar la sonrisa del príncipe autista (bautizada por el daimyo como “la gesta de los 30 días”). Puede que la repetición sistemática de esas bromas absurdas, juegos de malabares y otras burradas sin sentido terminen con la paciencia de los que ya de por sí no soportan el humor nipón. Aunque escuchando las carcajadas de la audiencia del Auditori, creo que en general ha tenido una respuesta positiva, llevándose una ovación final entre los allí presentes. Lo ideal es aguardar hasta los últimos quince minutos, pues es en donde Matsumoto da la última vuelta a la tortilla, mostrando una sensibilidad extrema hacía todos sus personajes. Es entonces cuando nos damos cuenta que, detrás de ese cómico ambulante, hay un excelente narrador que consigue embriagarnos con sus deslumbrantes relatos poblados por una serie de personajes marginales que convierten la locuacidad en una abstracción artística (los diálogos que establecen los dos zopencos carceleros para hallar nuevas maneras de hacer despertar la sonrisa del príncipe; la diaria sentencia que dicta uno de los consejeros después de que haya fracasado el invento en cuestión, expresada en diversas tonalidades en función de lo demencial que haya sido la burrada ofertada por el viejo ronin; o la letra de la canción final repleta de silogismos entorno al mundo samurai). Eso sí, recomendamos que os llevéis un paquete de pañuelos, pues es casi imposible contener las lágrimas en sus últimos minutos, aunque en realidad no son llantos de tristeza ya que como manda la tradición nipona budista en algún punto confluirán nuestras almas, y es en ese respetuoso recoveco espiritual, que tal y como vemos en el filme traspasa de generación en generación, en dónde el antiguo samurai devora mazorcas nos volverá hacer reír.
Scabbard Samurai pues es una de las mejores producciones japonesas del presente año, y una firme candidata a convertirse en el mejor filme asiático del 2011. Y si me equivoco, siempre tendré tiempo de cometer seppuku.
LO MEJOR: La canción del desenlace, que sirve de despedida para un personaje.
LO PEOR: En algunas escenas cortarías al principito a láminas…
Por nuestro colaborador Eduard Terrades Vicens
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