Por fin nos encontramos ante un filme surcoreano original, diferente a todo lo que hemos contemplado de esta imprescindible cinematografía asiática en los últimos diez años, con un planteamiento que no convencerá a los puritanos del cine fantástico contemporáneo (recelosos siempre de todo lo que llega de Asia), pero que marca un pequeño punto y aparte en la concepción genérica del thriller urbano tan bien definido en los últimos tiempos por nuestros amigos coreanos. Y todo ello sin contar con excesivas imágenes violentas, sin secuencias de acción que se alargan en demasía, con una puesta en escena tecnificada al haber sido rodada en cámaras de alta definición y con actores no demasiado conocidos en la gran pantalla ya que proceden mayoritariamente de los K-Dramas. Actores que explotan su lado más dramático ya que la película se centra en describir mayoritariamente la psique de los dos protagonistas. O mejor dicho deberíamos decir antagonistas, pues prácticamente la trama de Haunters se centra en el juego del gato y el ratón que establecen dos jóvenes que por arte de magia intentan controlar poderes sobrenaturales que no llegan a comprender pero que dominan a la perfección. Vaya, héroes cotidianos que desconocen las extraordinarias posibilidades de sus habilidades y que van usando sobre la marcha como mejor les conviene. Por un lado tenemos a Cho-in (Kang Dong-won), un emo convencido que puede controlar a consciencia la mente de las personas que tiene a su alrededor, utilizándolas en función de sus necesidades; y por el otro a Kyu-nam (Go-soo), un risueño joven que mantiene su economía a raya con trabajos temporales, secundado por dos amigos inmigrantes (un poco los Robines de la función, y que del mismo modo que le sucedía al personaje de Bruce Willis en El Protegido (M. Night Shyamalan, 2001) su cuerpo resulta irrompible. Mientras que el primero utiliza de forma egoísta su habilidad, incluso manipulando a su propia familia, el inocente chico invulnerable a todo tipo de situaciones dolorosas (la más espectacular el atropello fortuito mientras está descendiendo de un vehículo en medio de una carretera) intenta esconder sus poderes con tal mantener un equilibrio en su día a día. Vaya, que intenta aparentar que es del todo normal. El problema será cuando este último entre a trabajar en una empresa fantasma dedicada a las finanzas de dudosa legalidad y se tope por casualidad con el otro amargado, que con el tiempo se ha ido convirtiendo en todo un malhechor.
El filme no se extralimita a mostrar los poderes de ambos, ni a la típica estructura dramática del género superheroico, sino que a través de sus personalidades torturadas nos muestra la psique de sendos protagonistas. Y es que éstos constantemente se cuestionan a través de sus miradas, de sus gestos casi imperceptibles, si no se presta mucha atención a sus rostros, de sus frustraciones constantes, en definitiva, de sus quehaceres cotidianos, la causa de sus poderes. Pero Kim Min-suk (coguionista de El Bueno, El Malo y El Raro), su realizador, opta por mantener en secreto los orígenes de sus facultades extrasensoriales, dándole un toque noir al producto que le sienta de maravilla, ya que el espectador se mantiene en vilo hasta el final, esperando siempre que aparezcan esos flashbacks (que por supuesto no faltan) en los que se aclare el pasado de ambos. Min-suk prefiere que ese pasado quede en la mente de los chicos, sólo se reserva algunos momentos para mostrar algunos conflictos que protagonizaron de niños y en que sus poderes sí acarrearon problemas a consecuencia de su inexperiencia a la hora de controlarlos. Por lo demás, el filme mantiene una estructura que recuerda ampliamente a la serie Fringe de J. J. Abrams, es decir, introduce personajes, situaciones y subtramas que inicialmente parecen ser indispensables para el buen desarrollo narrativo del filme, para luego relegarlas a segundo plano con el fin de incorporar otros escenarios y elementos que complementan a los que habían sido ya olvidados por el espectador, y que sí resultan necesarios para hacer avanzar el mínimo hilo argumental. En última instancia, el argumento queda supeditado a los acercamientos que efectúan ambos personajes con tal de acercar posiciones hasta encontrarse en un clímax final muy bien resuelto (a pesar de que tampoco es muy innovador), por lo que es comprensible que haya utilizado esta estructura narrativa que por otro lado una serie como Héroes ya había utilizado para ganarse su audiencia. Y es que los ambientes también le deben bastante al popular serial americano creado por Tim Kring, pero con la diferencia que Min-suk sólo dispone de dos personajes con facultades sobrenaturales, concentrando su guión en mostrar la excentricidad de ambos y no los males que puedan infligir a la sociedad coreana.
Considero que Haunters debe ser tomada como un entretenimiento inteligente que podría generar una franquicia e inaugurar un nuevo género no explotado en Corea del Sur. No pretende situarse dentro de los grandes blockbusters (aunque se mantuvo las dos primeras semanas de exhibición en el number one del top ten) y, a pesar de sus evidentes influencias norteamericanas, se sitúa a medio camino entre esos thrillers de autoría que han hecho madurar el género (como los de Na Hong-jin) y esas aventuras de fantasía urbana que tan buenos momentos nos han hecho pasar en nuestras butacas (pienso en Arahan de Ryoo Seung-wan). Si nos quitamos los prejuicios y las tonterías de geek que todos llevamos dentro, podemos tratar a esta sorprendente ópera prima de Kim Min-suk como una de las mejores producciones de la cosecha coreana de este año.
LO MEJOR: La narración en sí misma, la música y su puesta en escena.
LO PEOR: Tal vez el clímax final resulte algo precipitado (nunca mejor dicho…).
Por nuestro colaborador Eduard Terrades Vicens
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