Acaba el año 2010. Un año en el que han pasado muchas cosas en Corea. La más importante de todas: el crecimiento del clima de tensión entre el Norte y el Sur. Amenazas verbales, movilizaciones militares, ejecicios militares, arsenal nuclear, ataques. Un clima al que el cine, evidentemente, tampoco ha sido inmune.
En un primer análisis, un hecho a destacar es el crecimiento del género negro en la cartelera coreana. Un género que en condiciones normales siempre está por debajo del gran hit del público: la comedia romántica. Echando un vistazo a los títulos que han copado el top ten nos encontramos: The Man from Nowhere, Secret Reunion, Moss, o The Unjust. Otras como I Saw the Devil, han apuntado en la misma dirección y con igual o superior resultado, a pesar de que la taquilla no ha respondido, quizás por la violencia exacercerbada de algunas de sus secuencias. Películas de las que hemos hablado en los últimos meses, y que han contribuído a sacar al cine coreano de el lapso de ideas al que cualquier cinematografía está sometido cíclicamente. El cine se ha endurecido, oscureciendo su temática, de la misma manera que el clima político se ha agriado, o que la crisis se ha convertido en un compañero de viaje.
En cuanto a resultados globales, y a falta de conocer los resultados definitivos de algunos títulos, las cifras nos son nada despreciables. A pesar de que el número de entradas se haya reducido con respecto a los últimos años (entorno a las 160 millones de entradas vendidas) situándose en 148 millones, la cuota de pantalla del cine coreano ha rozado el 50% (47,6%). Lejos del 63% alcanzado en el 2006 (año en el que The Host se engulló a la mayor parte de la competencia extranjera), pero muy similar al 48% registrado el año pasado... y a años luz del 15% en el que se encuentra situada, desde tiempo inmemorial, la cuota de patalla del cine español.
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