Viernes 7 de Octubre
Nunca antes una secuela había sido tan entretenida como lo es Ip Man 2, cuya trama se sitúa en el bullicioso Hong Kong de principios de los años 50, para reencontrarnos con el humilde maestro de wing chun en plena caza de alumnos que quieran ingresar en su recién fundada escuela de artes marciales. Pero otras escuelas que imparten sus enseñanzas en la zona no se lo pondrán fácil, y solamente demostrando su superioridad podrá agruparlas a todas ellas contra los “demonios extranjeros”, que pretenden desacreditar las artes marciales chinas (o el boxeo chino como ellos lo llaman) organizando un torneo mortal sin precedentes.
La excusa perfecta pues para ver más combates espectaculares pero siempre basados en técnicas marciales reales. Y es que si algo caracteriza esta producción que ha vuelto a dirigir Wilson Yip es la veracidad con la que se enseña las artes marciales en pantalla, y más concretamente el wing chun, un arte que se extendió por todo Occidente una vez Bruce Lee (pupilo de Ip Man y presente en un cameo) se hizo famoso con su jet kune doo. Normalmente, las artes marciales cinematográficas tienden a fantasear con las técnicas reales, optando por hacerlas más espectaculares a base de trucajes de cable. Este engaño consentido por el espectador no se patentaba ni en la primera parte ni en esta continuación en la que, si los golpes y la acción resulta espectacular, es gracias a la virtuosa dirección de Yip. Este innegable testimonio veraz de cómo se aplican las técnicas marciales en un combate real nos lo brindan como siempre dos luchadores admirables: Donnie Yen y Sammo Hung. Dos veteranos de dos generaciones hermanadas que siempre se ponen delante de las cámaras para ofrecer lo que mejor saben hacer: demostrar sus dotes en artes marciales. Pero si algo les distancia es que Yen siempre ha ido madurando como actor, y si en sus inicios simplemente se limitaba a posar con su cara de palo para ofrecer entretenidas producciones de acción, ahora cuida mucho sus interpretaciones, sabe como sacar partida a sus tan características expresiones faciales, hasta el punto de ofrecer varios rostros en una sola película (como demuestra en Ip Man 2). Hung, por desgracia, es mucho más limitado que Yen, y a medida que pasan los años aún se le nota más sus pocas dotes interpretativas. Eso si, a sus cincuenta y ocho años, supera con creces a su hermano Jackie Chan.
Por lo demás, Ip Man 2 se nutre del mismo equipo técnico que la primera parte, repitiendo en la banda sonora el compositor japonés Kenji Kawai (que se limita a conservar el mismo leit motif original y a reciclar viejas partituras para las escenas de acción que ya habíamos escuchado en otras ocasiones). También cabe destacar en el apartado artístico el esfuerzo por recrear el Hong Kong de los años 50, aunque comparativamente con Bodyguards and Assassins (que recrea el de principios de siglo XX), no está tan logrado. En parte porque muchas escenas están rodadas en interiores o en plena calle; tal vez esas escenas en las azoteas, en las que se sitúan algunos entrenamientos de Ip Man y los suyos, hubieran sido la mejor oportunidad para mostrar el Hong Kong de la época. Seguramente en lo que más flojea es en el guión, pues no resulta tan rigurosa históricamente ni novedosa como la primera parte.
Pero no importa demasiado. Lo que es esencial son las luchas, y en este aspecto Ip Man 2 supera con creces a las de la primera parte (tanto en cantidad como en calidad), sobretodo la protagonizada por Donnie Yen y el actor inglés y especialista en training Darren Shahlavi en el cuadrilátero final. Así pues la diversión está garantizada y las ostias también.
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