País: Japón
Director: Noboru Iguchi
Duración: 83 minutos
Género: terror descafeinado
Interpretes: Moe Arai, Maiko Kawakami,
Miu Nakamura, Kôichi Ôhori
Junji Ito nunca podría imaginarse que uno de sus mangas más famosos se convertiría en una rentable saga cinematográfica que abarca hasta nueve producciones de dudosa calidad artística. Y es que el cómic original tampoco es ninguna maravilla, por lo tanto sus adaptaciones fílmicas en general siempre han sido algo mediocres (con la excepción de Tomie: Re-birth, dirigida por Takashi Shimizu, y aunque parezca mentira también cuenta con muchos detractores). Ahora Noboru Iguchi, el énfant terrible del gore japonés en su variante más gamberra, nos presenta una nueva vuelta de tuerca al inmortal personaje femenino de extraña belleza anoréxica, y en la que no escatima ni en hemoglobina barata ni en momentos desagradables que pueden provocar las náuseas al más desprevenido. Pero conociendo al realizador, a uno no le extraña según qué actitudes sangrientas, ni tampoco debería sorprender algún que otro momento hentai (y es que la cara de pervertido de Iguchi ya paga). Pero centrándonos en el personaje en cuestión: si a estas alturas aún no conocéis el poder maquiavélico de Tomie, os diremos que se trata de una adolescente de cuerpo estilizado que escampa el odio por divertimento, provocando la muerte y la destrucción a su alrededor mediante insinuaciones sexuales o métodos hipnotizadores. La peculiaridad básica es que siempre termina troceada por alguien que no ha podido soportar sus maniqueos juegos o que termina poseído por su infernal influjo homicida. Pero imitando a Jason Voorhees siempre vuelve a la vida para seguir inflingiendo dolor a aquellos que la han repudiado. Vamos, la chica con la que no te recomendamos que ni te cases ni te embarques.
Para la ocasión, y siguiendo un poco la línea temporal del manga original, figura que es la hermana de una muchacha que tiene ciertos favoritismos familiares, y éstos aumentan cuando Tomie muere en un trágico accidente al desprenderse unas vigas de las obras contiguas al instituto en el que estudian. Pero cuando la familia celebra el primer año sin su presencia, ésta regresa con intenciones hostiles: maltrata a su hermana, distanciándola de un posible ligue, sodomiza a sus padres y posee literalmente a su mejor amiga. Y todo porque pretende unirse físicamente y mentalmente a su hermana. Obviamente esta obsesión enfermiza dejará en su paso una procesión de cadáveres de la que seremos testigos de forma continuada. Además veremos cómo el cuerpo de Tomie muta a distintas formas peculiares (como la maceta Tomie o los makis con lengua asesina). Una función ‘granguiñolesca’ en la que Iguchi ejerce como maestro de pista, y que a pesar de sus impactantes efectos visuales artesanales (con alguna que otra ayuda de los digitales), termina provocando más la carcajada que no el terror de por ejemplo las versiones que en el pasado ofreció Ataru Oikawa sobre el personaje. Eso no quita algún que otro momento de mal rollo provocado por la asquerosidad del bicho amorfo al que se enfrenta la protagonista. En este aspecto, destaca la persecución por los pasillos del instituto, unos pasillos oscuros en los que la sufridora protagonista debe combatir a una monstruosa malformación perpetrada por Tomie en el cuerpo de su mejor amiga, y cuya risa en forma de chillidos extremadamente agudos terminan poniendo nervioso al pobre espectador. Si superáis esta secuencia extremadamente prolongada sin devolver las palomitas que os habéis estado zampando para sufragar el tedio generalizado que provocan los primeros 40 minutos de metraje, seréis capaces de aguantar hasta el repeloso clímax final situado en los interiores de la vivienda familiar (no recomendable para los que tengan fobia a los bichitos e insectos con múltiples patas).
Es evidente que no podemos dar el beneplácito a esta nueva incursión al macabro mundo de Tomie, pues parece que Iguchi no se tome en serio el material original. Pero también es cierto que el personaje está más que explotado: intentar proseguir con sus traperías sanguinolentas es como pretender persistir en la extinta saga de Ju-on. Tomie es un personaje que no puede reinventarse porque las aventuras originales ya de por sí eran muy limitadas. Y es que de las poco más de 400 páginas de las que consta el cómic se han realizado ya nueve adaptaciones entre cine, televisión y V-Cinema (y esperaros, que coming soon: los productores atacarán con la décima…).
Aún siendo consciente de que el terror nipón minimalista ha gastado sus últimos cartuchos, Iguchi ha sido valiente al combinar el horror puro y duro con la comedia más tosca, pero por desgracia no ha sabido mezclar la fórmula de forma equilibrada, siendo el resultado final un largometraje muy irregular en su conjunto y del que difícilmente volveremos a darle una segunda oportunidad. Una lástima, pues los fans del fantástico que fliparon con The Machine Girl se llevarán una desagradable sorpresa. Y es que Tomie ya no tiene fuerzas para resucitar, sus últimos suspiros deberían quedar enterrados en esta desvergonzada producción destinada a destrozarla, como ella hace con todas sus víctimas y por ende con todos nosotros.
LO MEJOR: Que dure menos de 90 minutos y ver troceada a una de las insoportables idols de la banda de chicas AKB48.
LO PEOR: La mala combinación entre comedia y terror.
Por nuestro colaborador Eduard Terrades Vicens
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