miércoles, 26 de octubre de 2011

The Yellow Sea (Corea, 2011)

Durante las dos primeras partes de las cuatro en las que quiere dividirse esta película, se nos cuenta la terrible realidad de un norcoreano residente en China, Gu-nam, quien después de pedir dinero prestado a unos mafiosos para que su mujer pueda emigrar a Corea del Sur, se encuentra con que ésta no da señales de vida ni le envía el dinero necesario para pagar la deuda, mientras se ve amenazado por los usureros y a punto de perder su trabajo de taxista. Desesperado, acepta una oferta que solventará sus problemas económicos, además de permitirle viajar a Corea donde, tal vez, pueda reencontrar a su esposa; a cambio sólo tiene que hacer una cosa: matar a un hombre. Durante el viaje y la estancia en su ‘mediapatria’, conocerá la patética situación de otros inmigrantes del Norte, condenados a la pobreza, la marginalidad y la explotación. Hasta aquí, la atención de la obra está puesta en el drama humano sin concesiones, y el retrato de personajes y ambientes (sucios y descoloridos a través del tratamiento de la imagen) lleva la voz cantante de la narración. El film, sin embargo, se distingue a simple vista de otras producciones con similar planteamiento temático por medio del estilo. El director Na Hong-jin (que debutó explosivamente hace tres años con el thriller The Chaser) actúa, especialmente a través del montaje (elíptico y algo sincopado), sobre el tempo, dotándolo de un dinamismo que es ajeno al cine de raigambre social al uso. La continuidad de esta técnica permite que el film no se rompa cuando, a partir del intento de asesinato por parte de Gu-nam de su objetivo, dé un giro decisivo hacia el género. Un género que viene marcado, además de por el frenesí rítmico, por una violencia que transita de lo crudo a lo cómico conforme se torna hiperbólica. Esta hiperviolencia, que una vez estalla será irrefrenable, sin duda dará que hablar (y ahuyentará a muchos espectadores), como ya sucedió con la de I Saw the Devil (Encontré al Diablo) de Kim Ji-woon; pero lo lógico sería aceptarla como una figura de estilo de un cineasta, un género y una cinematografía que han convertido el sufrimiento de la carne (y su estilización) en un hecho diferencial.

Por nuestro colaborador Jordi Codó

1 comentario:

  1. Wow... que tremendo y conciso el escrito ofrecido por Jordi. Terminé de verla hace un momento, y quise venir a buscar unas cuantas palabras que sostuvieran mi idea de que es un film brillante. Cuando vi 'The Chaser', sin duda alguna, la imagen que me quedó de Na Hong-jin fue, que quiere ser un director inesperado... su manera de contar la historia no se asoma ni un poco a lo común, haciéndolo quizá insoportable para cierto espectador. Tomando la metáfora del enorme mar amarillo, ahora The Yellow Sea viene irremediablemente a mi memoria como un denso río de escombros y sangre que desemboca en un mar de la estupidez humana.

    Creo que el cine que empieza a retratar Na Hong-jin es un cine que debe verse, porque hoy día, aunque todo ya está contado en el cine... este tipo lo hace diferente en cierto modo. Porque quizá al ver un cine como el de Kim Ki Duk o Steve McQueen por ejemplo, es en cierta forma saber que se verá un cine profundo, a veces irracional o absurdo, a veces demasiado triste o demasiado bello... uno sabe de antemano que verá una obra única. En cambio, con Na Hong-jin uno tiene el trailer de una película de acción pura, y no espera nada más que eso... acción es acción, viene vacía, con efectos especiales, fuego y golpes... Na Hong-jin reinventó la cuestión... y aunque sí, la mayor parte del film es acción, tiene un protagonista que es un héroe que puede llegar a ser tan amado o defendido como el héroe de un film de Ki Duk o de McQueen. Dentro del vacío género de acción... Na Hong-jin siempre le da un humanismo inesperado y delicioso.

    Creo que no he dejado clara las ideas, pero me ha dejado muy conmovido la película. Es un film como para hacerse cómplice de lo que sucede, adentrarse en las entrañas de la vida de un hombre arruinado, y a su vez, olvidarse de eso... de a ratos, y comerse todas las uñas que tienen los dedos, y dejar hundida la mano en el brazo del sillón, erizar la piel y sudar... y luego volver a conmoverse, a querer que el hombre hundido pueda volver a respirar... claro que hasta otra escena de acción y autos volando.

    Saludos a quién escribió... Jordi Codó. Me encantó su reseña.
    Saludos a todos por aquí, fanáticos del cine asiático.

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