Nacionalidad: Japón
Duración: 132 / 141
Género: manga-eiga
Intérpretes: Kenichi Matsuyama, Kazunari Ninomiya,
Tomorowo Taguchi, Yuriko Yoshitaka
No sé exactamente que opinarán los otakus más sectarios (tampoco me importa) de esta lógica traslación del manga más polémico de los últimos tiempos a imagen real. O mejor dicho, de este perfecto dueto fílmico que de forma valiente adapta el primer segmento del cómic (esto es unos 20 tomos aproximadamente), y cuyos resultados comerciales hacen pronosticar una tercera continuación en dónde se desvelarán parte de los secretos que envuelven a la misteriosa esfera negra. Por lo tanto es muy recomendable visionar ambos largometrajes de forma conjunta, pues además de estar concebidos por el mismo equipo técnico, narrativamente están planteados de forma muy similar (a pesar de que en la segunda entrega, la acción tarda unos minutos más a aparecer en escena). También cabe recordar que en Japón se estrenaron en tan solo tres meses y medio de diferencia (en Enero y Abril de 2011 respectivamente), por lo tanto la campaña de marketing inicial ya contemplaba que se rodasen de forma simultánea y que se subdividiesen en dos películas. Insisto en que no es necesario conocer el material original de antemano para adentrarse en el aparentemente caótico reality show en el que se encuentran atrapados los personajes. Y es que el equipo de producción se leyó la historieta gráfica unas cuantas veces antes de desarrollar el esqueleto de ambos filmes; captaron a la perfección esas partes más trascendentales del manga para luego poder escribir un guión sólido que pudiera ser comprendido por la mayoría de mortales, teniendo en cuenta el perfil generacional de los lectores de la Weekly Young Jump (revista de prepublicación para “adultos jóvenes” de Shueisha en donde se publica Gantz)
Obviamente adaptar un manga tan longevo es una tarea ardua, y deberíamos ser conscientes de que el medio natural más adecuado para este tipo obras inacabables es el formato de serial televisivo, pero en el caso de Gantz podemos constatar que han realizado un buen trabajo de compresión (aunque los de siempre pondrán el grito en el cielo cuando vean que algunas situaciones banales o de índole pornográfica han quedado reducidas a la nada, en parte para cuadrar el tempo con los estándares fílmicos del blockbuster nipón). Y es que uno ya tiene una edad y sabe perfectamente que los guiones de más de la mitad de películas que se facturan anualmente beben de fuentes literarias o relatos cortos. Normalmente las mejores versiones no son precisamente esas en que sus guiones copian al pie de la letra la prosa del escritor, sino las que toman prestado sus elementos más subyugantes y decisivos para realizar una buena adaptación. Cierto, con esta fórmula no siempre se obtienen los mejores resultados (miren la etérea Tokyo Blues), pero en muchísima ocasiones no solemos prestar demasiada atención a la narración literaria (por pereza a leer el material original), ensalzando esas versiones fílmicas que ya han pasado a la historia del cine (¿Blade Runner por poner un ejemplo fácil?). ¿Por qué pues hemos de montar una pataleta cuando nos enteramos de que van hacer una adaptación a imagen real de ese manga que tanto adoramos si ni tan siquiera le damos un triste voto de confianza? ¿Por qué adoramos ciertas piezas de orfebrería como Air Doll e ignoramos que detrás de ella hay un dibujante que un día con su plumilla trazó las bases para esa triste historia de amor que de forma independiente funciona mucho mejor en fotogramas? ¿Por qué adoramos ciertos anime que en muchas ocasiones se saltan a la torera la fuente original? No lo sé, solo puedo basarme en lo que experimenté viendo las dos películas de Gantz: una irrefrenable sensación de querer releerme el manga de Oku Hiroya para redescubrir una de esas obras que, desde la primera viñeta, ofrece un gran divertimento con fuertes dosis de violencia gratuita, y sin ningún mensaje al que acogerse. Visionando el anime también se experimenta esta misma sensación, pero cuando ves en movimiento a nuestros héroes (Kurono, Katô, la exuberante Kishimoto, Tae Kojima, etc) en un contexto tan hostil como la abarrotada megalópolis japonesa, empiezas a pensar que detrás de tantas masacres planteadas como un pasatiempo virtual se esconde una lógica expresión de los procesos deshumanizadores que experimentan nuestras herméticas sociedades capitalistas. Y esta visualización de los males contemporáneos es la que parece expresarse en este diálogo fílmico: mostrar los pormenores de una sociedad francamente asfixiada por las nuevas tecnologías, por el tecno-animismo y una pasividad ante las relaciones humanas, el calor humano. Todo eso sin engañar a nadie, ya que ante todo estamos hablando de dos blockbuster de ciencia ficción con un fuerte componente ocioso.
¿Cuáles son esas arraigadas señas de identidad que resaltan en Gantz, y que la sitúan por encima de otras obras de ficción contemporáneas? A parte de la horda de violencia que emanan de sus páginas, una anticipación a esos mundos paralelos que tan de moda se han puesto en el último lustro y un uso inteligente del ordenador para dar algo de relieve a la ilustración en 2D. Traspasar las excelencias del cómic a la gran pantalla ha sido todo un reto para Shinsuke Sato, realizador que ya había coqueteado con el cine de acción puro y duro, y que demuestra que ha sabido interpretar el hilo argumental no solo como una sucesión de combates al más puro estilo de un videojuego de lucha (el clímax final de la primera parte con las estatuas de Buda lo atestigua), sino como una oportunidad para aunar el mundo del séptimo arte con el del noveno. A grosso modo la historia se mantiene igual: dos amigos de la infancia, que hace años que no se ven, son arrollados por un metro cuando se disponían ayudar a un mendigo que ha caído a las vías. Al despertarse se dan cuenta que no están muertos, más bien en el limbo que separa la vida de la muerte. Allí se encontrarán con otras personas que han sufrido una muerte fortuita y con una esfera de procedencia desconocida que les confiere una misión: terminar con los extraterrestres “cebollenses”. Y empieza el juego, pero no un juego cualquiera, sino una recreación demasiado real de un extremo “survival game”. Una vez cumplida la misión, y viendo la bajas que se han producido durante el desarrollo de la partida, la enorme canica negra les advierte que para ser libres deberán conseguir cien puntos o en su defecto resucitar a alguien que haya fenecido durante las sucesivas misiones a las que son encomendados. Obviamente los alienígenas no se quedarán de brazos cruzados, y al ver la mortandad de los de su especie a manos de los humanos, formarán un feroz grupo de resistencia para acceder a la extraña habitación y destruir la misteriosa esfera. ¿Quién hay detrás de este macabro juego? ¿Realmente todo sucede en una dimensión paralela a nuestro mundo? ¿Quién es el enigmático humanoide que habita en el interior de la mole negra?
Con respecto a la puesta en escena, hay que mencionar la labor de Yusuke Watanabe, y es que a pesar de elidir toda la carga sexual (que en el fondo se puede resumir en una mera representación exagerada de los senos femeninos, alguna escena de cama y los “pin-up” que conforman las portadillas de los capítulos) y suavizar el gore pasado de tuercas del manga, ha hecho un trabajo excelente; ha conseguido una representación exacta de los trajes espaciales tal y como imaginábamos que lucirían en un actor de carne y hueso. Además ha captado la esencia cool del cómic, consiguiendo ese efecto glacial de los espacios urbanos. No se le puede pedir más, ya que la fotografía nocturna (a cargo de Taro Kawasu, el mismo que se encargó de El Hundimiento de Japón) ayuda a crear ese ambiente frío de la capital nipona. Si a todo ello le unimos el ritmo incesante, dominante y equilibrado que imprime Sato con su moviola, tenemos resuelta la ecuación: este megalómano proyecto supera con creces otras adaptaciones que se han realizado en los últimos años (sin ir más lejos Death Note, otro dueto que nos decepcionó por la tediosa dirección), y aunque para algunos sean demasiado “mainstream” (¿es necesaria tanta virulencia para llegar al mismo propósito?), debemos valorarlas por su precisa labor técnica y el cariño que han depositado en ellas. Detrás de estas dos versiones hay un equipo que se lo ha currado muchísimo para ofrecer un inteligente producto de entretenimiento que de forma abanderada defiende y respeta el trabajo de Hiroya. Nadie dice que sean perfectas, no ofrecen una respuesta cerrada que ayude a comprender la dimensión del fenómeno Gantz (el manga le sucede lo mismo, pues aún no ha terminado la tercera etapa), no pueden considerarse una obra maestra pues, pero no es justo que sean defenestradas al pozo del olvido simplemente por dejarnos llevar por nuestro comportamiento negativo a la hora de analizar cualquier filme o porque el día que las visionamos padecíamos jaqueca.
LO MEJOR: Toda la planificación interna y su puesta en escena, sin olvidar la masacre en el interior de un metro en la segunda parte.
LO PEOR: Salirse de la sala en los 2 últimos minutos finales de Gantz: Perfect Answer equivale a quedarse sin esas respuestas necesarias para comprender globalmente el mundo de la esfera negra. Y tal vez la monótona música de Kenji Kawai (si, esta vez el maestro desentona).
Por nuestro colaborador: Eduard Terrades Vicens
Por nuestro colaborador: Eduard Terrades Vicens
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