Año: 2010
País: Japón
Director: Hideo Nakata
Duración: 107 m .
Género: Terror
Protagonistas: Tatsuya Fujiwara, Haruka Ayase,
Satomi Ishihara, Shinji Takeda, Takuro Ohno.
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Sinopsis: La historia se centra en diez personas quienes, engatusadas por una llamativa oferta de trabajo, terminan viviendo una pesadilla en una casa tipo Gran Hermano. Seducidos por la jugosa cantidad de yenes prometidos, se someten a ser grabados durante veinticuatro horas seguidas los siete días de la semana que dura la competición, un juego macabro en el que paulatinamente algunos de los concursantes irán desapareciendo de las formas más siniestras. Los dos últimos que sobrevivan, serán los ganadores, aunque el precio a pagar quizás sea demasiado alto.
Crítica: Cuando uno escucha en cualquier lugar el nombre del director japonés Hideo Nakata dan ganas de ponerse a aplaudir. Él fue pionero con las míticas The Ring (1988), Chaos (2000) y Dark Water (2002), y a partir de entonces las plateas de medio mundo comenzaron a temblar. Una persona de su importancia, para lo que se ha denominado renacer del cine de terror japonés, va a merecer siempre un respeto, aunque en estos últimos años las musas parecen haber huido de su vera y esté pariendo una serie de películas cuanto menos discutibles en cuanto a su calidad e importancia se refiere. Estamos ante un caso claro de realizador que no ha sabido reinventarse. Su tendencia hacia un cine más acomodaticio y comercial no le ha ayudado a la hora de mantener su “status” de director de culto, y si bien tanto en Kaidan (2007) como en Death Note: L, Change the World (2007) todavía podíamos encontrar la esencia de lo mejor de su cine: magníficos contrapuntos dramáticos y esa capacidad de combinar tensión, emoción y terror marca de la casa, sus últimos trabajos adolecen de todo ello; y lo cierto es que en esta The Incite Mill casi ni se llega a atisbar la impronta de su genialidad. Nos hallamos ante una historia vista una y mil veces en estos últimos años, la de un grupo de personas, cada una representando un arquetipo distinto (desde la típica secretaria que parece no haber roto un plato en su vida, pasando por el listillo de turno y la boba de su novia, el atribulado héroe y el padre atormentado…) que se ven abocadas a convivir durante una semana en una mansión donde cuando empiece la fiesta no quedará ni el apuntador. Aunque la premisa pueda parecer esperanzadora y durante el metraje encontremos reminiscencias a títulos populares como la saga de Saw (esos indios de madera parlanchines en la mesa donde se reúnen los comensales) o más clásicos como Diez Negritos o Un Cadáver a los Postres, a la postre (valga la redundancia) el film no es más que un mero entretenimiento que no pasa del aprobado justillo. La cara más conocida del reparto coral es la de Tatsuya Fujiwara, quien no tiene que realizar un gran esfuerzo interpretativo ya que su personaje principal es la mezcla perfecta de los que dio vida en su anterior Battle Royale (2000) y la más reciente Kaiji the Ultimate Gambler (2009), secundado por actrices de la talla de la espectacular Haruka Ayase, a la que el buen aficionado al cine oriental más bizarro recordará como cabeza de cartel en Cyborg She (2008), y algún actor más experimentado como Kynya Kitaoji o Nagisa Katashira (más populares por sus trabajos en dramas televisivos japoneses). Quizás el resultado final sea tan decepcionante porque la premisa resulta realmente atractiva, pero a medida que va sucediendo la trama y los asesinatos, la capacidad de sorpresa se diluye dando paso a un último tercio que no consigue satisfacer las expectativas creadas de antemano. Si a esto le unimos los paupérrimos efectos especiales (ese robot que se mueve de manera rudimentaria por la casa colgado del techo y que nos recuerda a autómatas como a Johnny de Cortocircuito o Bob de El Abismo Negro, auténticos amasijos de hierro y metal). Para los amantes de las emociones fuertes y de la casquería más abundante les diremos que busquen por otro lado, porque aquí el salvajismo y los sustos bestias brillan por su ausencia, lo que sin duda incide en lo plano del relato. No existe ningún misterio que haga permanecer en vilo al espectador, y su mecanismo interno funciona como un reloj que cumple el cometido de distraer a la audiencia menos exigente. A destacar, eso sí, una escena de lucha muy bien coreografiada ya hacia el final para tratar de compensar carencias anteriores, pero ya era demasiado poco y demasiado tarde.
Lo mejor: A ratos resulta entretenida.
Lo peor: Nakata ha perdido definitivamente la capacidad de sorprendernos.
Por nuestro colaborador Francisco Nieto
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