Seguramente hayáis oído hablar de una película llamada "La Historia del Camello que Llora". De la mano de su directora, Byambasuren Davaa -cuyo proyecto fin de carrera es el que hoy nos atañe-, cambiamos al camello por el perro y nos disponemos a emprender un viaje hasta Mongolia. Una vez allí conoceremos a la familia Batchuluun y su peculiar vida como nómadas.
"Siempre que quiero jugar contigo estás durmiendo. A lo mejor es que has sido un gran holgazán en tu vida anterior..."
Nansal es una pequeña niña de seis años de edad, hija mayor de una familia de nómadas mongoles. Después de un año fuera dedicado a los estudios vuelve a casa. Un día se encuentra un cachorro blanco y negro mientras recoge estiércol cerca de su casa. Desde el primer momento se encapricha del perrito, a quien llamará Zochor, pero cuando lo lleva a casa su padre tiene miedo de que les traiga mala suerte. Poco antes una manada de lobos salvajes acabó con varias de sus ovejas y teme que el perrito se haya criado con esos lobos y le sigan el rastro, por lo que le pide que se deshaga inmediatamente de él para prevenir. A pesar de las órdenes de su padre, Nansal se queda con el cachorro mientras su padre está de viaje a la ciudad donde ha ido a vender las pieles del rebaño. A su vuelta, verá como ese pequeño cachorro sigue allí, aunque no es tan malo como podía pensar... De hecho, tiene una deuda que saldar con él.
Este sería un pequeño resumen de este maravilloso viaje, tranquilo, sin sobresaltos, donde veremos multitud de paisajes y situaciones habituales en la vida de los nómadas mongoles, a través de la historia de una pequeña niña de seis años y de un pequeño cachorro, que funden tradición y costumbres que permanecen desde hace siglos.
"Todos acabamos muriendo, pero en realidad nadie está muerto..."
Curiosamente su directora divide la película en tres niveles: un nivel superior que llamaríamos "Nivel Espiritual", que nos sitúa en el aspecto más interior de la filosofía de vida mongol a través de la "fábula del perro amarillo" también conocida como "la cueva del perro amarillo". La leyenda cuenta la historia del antiguo vínculo existente entre el hombre y el perro y el significado especial que este vínculo tiene en Mongolia para el eterno ciclo de la reencarnación: el alma deambula de un cuerpo a otro, de una planta a un animal hasta que llega a un perro y posteriormente a un ser humano. En la era actual, muchos mongoles se están alejando de las creencias tradicionales a favor de un estilo de vida mucho más moderno. Como resultado de esto, la relación entre el hombre y el perro está también cambiando.
En este aspecto es muy llamativa la escena en que la abuela, que por apariencia parece tener bastantes años, explica a la niña lo valiosa que es la vida y lo que realmente cuesta: "Coge un puñado de arroz e intenta conseguir agarrar un grano en la punta de una aguja. Así de difícil es reencarnarse en persona, por eso es tan valiosa la vida humana".
Por otro lado nos encontramos el "Nivel Narrativo" que nos cuenta la historia de un niño que encuentra un perro y cuyo padre quiere que se deshaga de él. Y por último tenemos el "Nivel Documental" que nos muestra el cambio de cultura y la vida de los nómadas. Ritos, creencias, costumbres, comida o edificaciones tradicionales (esas "tiendas de campaña" gigantes llamadas yurtas) entre otras cosas. Cosas tan sencillas y normales para ellos como recoger estiércol para utilizarlo a modo de leña, hacer queso de oveja y cortarlo en gruesas lonchas con un hilo o montar y desmontar la que es su casa.
Como buena conocedora del documental, Byambasuren Davaa pasó dos semanas buscando a la familia apropiada para la película hasta que dio con ellos. Una familia compuesta por los padres (Buyandulam D. y Urjindorj) y sus hijos, dos niñas y un niño (Nansalmaa, Nansal y Batbayar). Sí, habéis leído bien. Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es el hecho de que la familia Batchuluun no es una familia ficticia ni creada para la ocasión. Ninguno ha estudiado interpretación ni ha tenido que cambiar su modo de vida, más bien al contrario. La directora sabía del estrecho vínculo que une a los mongoles con la naturaleza, a la cual veneran y rinden culto. Para ella el ser humano es quien debe adaptarse al medio y no al revés como ocurre hoy día, por tanto el equipo tuvo que adaptarse al ritmo y situaciones diarias de la familia para ir captando poco a poco los momentos que veremos reflejados en la película. De hecho, para los niños fue una experiencia única, como si de un juego se tratase, pues en muchos momentos no sabían que les estaban rodando (por ejemplo en el momento de "No se puede jugar con Dios").
Llama la atención una de las escenas de la película, pues en varias ocasiones veréis como un coche 4x4 aparece en escena con unos altavoces anunciando las elecciones al parlamento con una frase continua: "Recuerden, no dejen de votar. Recapaciten sobre su opción política y participen en las próximas elecciones al parlamento". Es un contraste permanente que podemos observar en cosas como el cambio del traje escolar de la pequeña por el traje típico mongol nada más volver a casa, el rugir del motor de una motocicleta en medio de paisajes verdes rodeados de animales y con caballos como medio de transporte o el choque de culturas en casa de la abuela, donde tradición y modernidad parecen encontrar un nexo común.
Esperamos haber conseguido llamar vuestra atención y que os animéis a ver esta magnífica película.
Por nuestro colaborador Salvador Navarro
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