miércoles, 11 de mayo de 2011

DA 10: Diario del acreditado novato que aprendió hasta del gato. Día 10

Como reza la canción de Serrat: “Vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle se acabó la fiesta”. Pues sí, el Festival Internacional de Cinema D’Autor acaba de hacer caer el telón a eso de las doce y cuarto de la noche de este domingo, que por otra parte ha sido un tanto grisáceo. Tras diez días intensos de ver buen cine alejado de los circuitos comerciales toca volver a la rutina y al quehacer diario, con ese poso de amargura y ese vacío que te recorre el cuerpo cuando te has acostumbrado a algo y sabes que mañana no lo vas a tener. Al final la película que se ha llevado el Premio del Público ha sido Meek’s Cutoff de Kelly Reichardt, un western atípico tratado desde un punto de vista femenino, y que ha contado con el beneplácito de todos los espectadores que acudieron a su única proyección durante el Festival. Ahora llega la hora de las conclusiones, el momento de hacer balance antes de pasar página, aunque antes, si me lo permitís, introduciré una pequeña reseña de las dos últimas películas que hoy he tenido la oportunidad de ver.

En la primera sesión me despedí de la Sección Asias con la china Apart Toguether, de Quan’an Wang, director que consiguió estrenar hace unos años en España uno de sus films, La Boda de Tuya, un auténtico logro si miramos los tiempos que corren y el tipo de cine intimista y sencillo que son las cartas de presentación de las obras de Wang. Este film fue el encargado de inaugurar la Berlinale de 2010, donde consiguió el Oso de Plata al mejor guión. Apart Toguether nos cuenta, entre comidas familiares y largas conversaciones de salón la historia de un exiliado que tuvo que partir hacia la isla de Taiwán cuando se proclamó la República Popular China en 1949. Cincuenta años después el hombre regresa a la China continental para reencontrarse con la mujer que fue el primer amor de su vida y a quien tuvo que abandonar. Ella formó una nueva familia, y pese a todo, él quiere recuperarla y llevarla a vivir a Taiwán. A partir de ahí el director sienta a todos sus personajes a la mesa y se centra de una manera sutil en ir escarbando en sus sentimientos más profundos y sus pasiones más reprimidas. Al igual que en La Boda de Tuya la trama se vertebra en un trío, dos hombres y una mujer, que se enfrentan a una situación anómala, en este caso a los fantasmas de un pasado que se hace presente demasiado tarde. El paso del tiempo no puede destruir ni el deseo ni el amor verdadero, y de ello el espectador se va dando cuenta lentamente, en silencio, con miradas cómplices que sustituyen a las manidas palabras. Pero la cruel realidad acabará haciéndose patente en unos hijos que no entienden la actitud de su madre y en un marido que necesita que le cuiden dada su avanzada edad y su propensión a empinar el codo (en algunos momentos, y como alguien del público cuchicheaba en voz baja, recuerda a Los Puentes de Madison). La abuela se tiene que debatir entre el hombre al que ama y su familia, y la balanza acabará cayendo del lado de la segunda, a pesar de que, en un epílogo magistral, se vea abocada a un progresivo abandono por parte de ésta; y es que ya se sabe, los abuelos acaban molestando (y si no, sólo hay que ponerse Historias de Tokio de Ozu para corroborarlo). Todo ello remozado con unas pinceladas de humor (la escena en la que tienen que volver a casarse para inmediatamente después poder divoricarse es descacharrante) y un poso melancólico que se acrecienta con cantos nostálgicos y lágrimas de despedida. Wang demuestra que su cine va depurándose y ganando enteros, ya que a parte de intentar comprender la vida observando a la gente simple y sencilla se permite criticar soslayadamente un sistema represor que truncó la vida de miles de compatriotas.

Y para acabar la estadounidense Cold Weather de Aaron Katz, un film de factura independiente que se mueve a caballo entre el drama y el thriller de misterio, y en el que un estudiante de ciencias forenses regresa a su Portland natal acompañado de su hermana después de abandonar la Universidad de Chicago. Allí hallará trabajo en una fábrica de hielo y se reencontrará con su ex-novia, quien desaparece de forma repentina. Junto a un amigo, con el que comparte su afición por el mundo de Sherlock Holmes, iniciará las pesquisas que les llevarán a desentrañar el enigma. Aaron Katz se sirve de un envoltorio de falso suspense para incidir en las relaciones interpersonales entre sus personajes. Aunque la trama y los diálogos son ingeniosos el ritmo acusa una lentitud pasmosa. Se necesita más de media hora para que el argumento arranque, y cuando esto sucede, abundan las escenas en las que vemos al protagonista deambulando o conduciendo sin ningún sentido para el desarrollo de la acción. Este es un claro síntoma de voluntad autoral, y es como si estuviéramos ante un émulo del Gus van Sant más contempaltivo. El tramo final, sin embargo, posee el brío que le falta al resto de la película, por lo que no acabas de aburrirte del todo, quedándose en un estéril ejercicio de extravagante puesta en escena. No sé si era por la hora y la cantidad de películas acumuladas a lo largo de estos días, pero se hubiera agradecido un colofón un tanto más enérgico y menos insustancial.

Desde luego es bueno que en un festival de esta índole existan propuestas tan arriesgadas y diferentes que definan una serie de nuevos itinerarios alejados de los más tradicionalistas,  y en eso el D’A se va a convertir en muy poco tiempo en un evento de referencia para todos los náufragos que deseamos asirnos a este tipo de propuestas alternativas. Por aquí hemos visto desde historias donde la disfunción familiar cobra vital importancia, bien sea impuesta por agentes exteriores, como la represión política, o bien porque el núcleo familiar ha dejado de ser el elemento natural y fundamental de la sociedad y hay que buscar nuevos vínculos afectivos. También hemos disfrutado paisajes insólitos, viajando desde la estepa más desértica hasta las cuevas del sur de Francia pasando por la Tailandia más ruinosa, el Océano Ártico más helado y la España más profunda. Todo un recorrido salpicado de realidad política y social que nos indica lo dificultoso de algunos países por salir de la miseria y alcanzar el ritmo de los países europeos más pudientes a base de corrupción y picaresca. Y por si fuera poco también nos hemos dado una vuelta por los géneros más diversos, desde el western más femenino, pasando por el thriller más indie y el melodrama más tragicómico, sin dejar atrás el terror más visceral y la violencia más gratuita. Todo un repertorio de buenas películas que nos han enseñado que no nos debemos dejar abatir por la desidia cinematográfica que nos invade día tras día ni claudicar ante el poder del dólar. Siempre existirá un cine alternativo que apunte directo a los sentimientos y ahora tenemos una oportunidad anual de agarrarnos a este clavo ardiendo o balsa de aceite que es este magnífico festival que acaba de cerrar sus puertas.

¡Felicidades a la organización y hasta el año que viene!
 
Bona nit!

Francisco Nieto
Cineasia

2 comentarios:

  1. Me han encantado todas tus crónicas y en mi interior, a cada película que iba me preguntaba si estarías entre el público, aunque no se como eres, jeje. Le pere de mes enfants me encantó, vi también The saddest music in the world y terminé con Angelica en la sesión de clausura, me dio pena no poder Meek's Cutoff por la maldita agenda pero ya me han dicho que el 27 la proyectan en otro festival y esta vez no me la perderé. Yo también creo que lo han organizado de una manera estupenda y ya estoy esperando el próximo!!

    Saludos!

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  2. Muchísimas gracias Carlota por tus palabras. A ver si podemos coincidir en la próxima edición, que ya queda menos.

    Un abrazo

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