Año: 2007
País: Hong Kong
Director: Benny Chan
Duración: 130 mins.
Género: Acción / thriller
Protagonistas: Jaycee Chan, Nicholas Tse,
Shawn Yue & Wu Jing.
Benny Chan tendrá sus detractores (con feroces críticas orientadas todas en la misma dirección que las que puede recibir Michael Bay), pero su cine evasivo engancha como el loctite. Seguramente el secreto de su éxito recaiga en el perfecto equilibro compositivo que establece en sus thrillers mediante el despliegue de tramas sencillas, con personajes corales que terminan vinculándose los unos con los otros. Aunque haya acción en demasía, también se toma su tiempo para profundizar en la personalidad de sus protagonistas principales. Sus aventuras urbanas son pura adrenalina cinética para nuestras retinas cierto, pero la empatía que se establece con sus personajes pone en tela de juicio esas críticas que acusan a Chan de ser un cineasta superficial. Más alejado de la realidad, sus producciones son decentes entretenimientos filmados con esa precisión técnica que caracterizaría a un relojero suizo. E Invisible Target no es una excepción; es más, muy probablemente sea excesivamente perfeccionista en todos sus sentidos. Visualmente impactante, técnicamente impoluta, con unas interpretaciones en su justa medida adecuadas a lo que pide un filme de acción como este. Ninguna queja. Solamente la ambición de Chan para rebasar las dos horas de metraje parece frenar un poco el ritmo adrenalínico al que nos referíamos antes.
La historia, la de siempre, pero nunca nos cansaremos de verla impresionada sobre las calles del Hong Kong cosmopolita: tres policías que aparentemente no se conocen deberán unir sus fuerzas para determinar quién ha sido el responsable del mayor asalto con violencia a un furgón blindado. Lo peor de todo es que averiguarán que detrás del robo se esconde un alto cargo del cuerpo de policía. El problema será cuando se les inculpe por la desaparición de la mercancía robada y el criminal encargado del asalto les ponga en el punto de mira. El complejo juego de infiltraciones está servido, y nuestra paciencia por comprobar que nadie parece tener escapatoria, se verá recompensada por un clímax final alargado como la gran odisea balística de Hard Boiled (John Woo, 1992), pero sin tantos casquillos de bala malgastados.
La trama no es la más novedosa del mundo, pero a medida que avanzan los minutos nos damos cuenta de que cada personaje esconde un sinfín de historias paralelas en las que valdría la pena profundizar (justificando así los 130 minutos de metraje utilizados). Narrativamente hay que desgranarla en capas: no nos podemos quedar en la superficie de la trama principal, pues la compenetración entre los tres policías será fruto de un trabajo de camaradería que no sería posible si no se hubieran expuesto a situaciones límites que les han hecho madurar como personas, evidenciando así la sofisticación argumental del largometraje. Otra pericia técnica, que sirve para alabar la genialidad del director como especialista en espectáculos pirotécnicos, es la perfecta combinación entre esas secuencias en las que la acción es propiciada por armas de fuego en comparación con las que se nutre de las artes marciales. Es la manera de equilibrar esos momentos deseados por la audiencia que busca emociones fuertes, y en los que la espectacularidad de las imágenes los deja anonadados. Y eso es una virtud, pues un filme que sobrepasa las dos horas de duración debe condensar toda la fuerza visual en segmentos muy concretos para mantener la tensión justa sin aburrir al espectador. Chan lo consigue: nos entretiene, nos mantiene en vilo y nos hace sentir bien con el tiempo que hemos invertido visionándola.
Lo mejor: La persecución por los tejados y la prolongada secuencia del autobús en unos almacenes abandonados.
Lo peor: Algunas muecas de Jaycee Chan nos recuerdan demasiado a su padre.
Eduard Terrades Vicens
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