domingo, 3 de octubre de 2010

Ella, una joven China, en DVD

Xiaolu Guo pertenece a una todavía escasa nómina de directores de origen chino que han desarrollado su trayectoria fuera de su país de origen, dotando de pleno sentido su condición de emigrantes dentro del espectro de los países occidentales donde se han asentado, sabiendo sacar partido de su naturaleza híbrida entre sus raíces y el modelo de vida anglosajona que han terminado adquiriendo (como también ha sido el caso de la directora coreana Kim So-yong con títulos como In Between Days (2006)).

Características técnicas del dvd: Idiomas: Castellano, Inglés y Mandarín  Idiomas (VO): Inglés y Mandarín  Sonido: Mandarín-Inglés dolby digital 5.1  Subtítulos: Castellano y Catalán Extras: Ficha artística, Ficha técnica Zona: 2  Formato (pantalla): Panorámica 16/9  Formato (imagen): 1.85:1  Formato (DVD): DVD9
Duración: 99  Fecha (lanzamiento): 06/10/2010

La crítica: por Beatriz Martínez

Y es que, mientras que son muchos los autores asiáticos que buscan financiación extranjera para completar sus proyectos e incluso terminan estableciéndose de alguna manera en el entorno europeo o americano adaptando sus modelos narrativos al imaginario estético en el que establecen sus producciones (como puede ser el caso de Wong Kar-Wai en My Blueberry Nights (2007), Hou Hsiao-Hsien en El Vuelo del Globo Rojo (2007), Nobuhiro Suwa en Un Couple Parfait (2005)), no suele ser habitual encontrar a un director totalmente asentado en Occidente (como es el caso de Xiaolu) y sepa conjugar de manera tan armónica esa dicotomía entre ambas visiones para poner de manifiesto no sólo las contradicciones que se establecen entre ambos sistemas económicos y vitales, sino para destacar que el sentimiento de desorientación que se establece y las expectativas que se generan configuran el mismo estado de deriva emocional en uno u otro continente.

En ese sentido, Ella, una Joven China simboliza a la perfección ese estado de tránsito entre Oriente y Occidente, una película que tiende puentes y expande las fronteras en el hermanamiento de culturas con el propósito de que la joven protagonista, Li Mei (Lu Huang, intérprete a la que descubrimos en la durísima Blind Mountain de Li Yang) encuentre su lugar en el mundo.

La historia de Mei comienza en un pequeño pueblo de subsistencia agrícola. Su forma de entender la vida, su carácter inconformista y rebelde la llevan a escapar de ese entorno sin futuro después de haber pasado por una serie de situaciones traumáticas y un desengaño amoroso. Su primer destino es la ciudad de Chongqing, por la que irá dando tumbos hasta desembocar en una “peluquería con final feliz” en la que conocerá a un matón de poca monta del que se enamorará perdidamente. Pero las cosas no saldrán como ella espera y tendrá que marcharse sola a Londres, el paraíso con el que los dos habían soñado, donde se enfrentará con los problemas propios de una inmigrante sin conocimiento del idioma ni de las costumbres autóctonas.

Ella, una Joven China podría haberse planteado como una película sobre perdedores, pero su verdadera raíz significativa es la del superviviente. Mei luchará por salir adelante en todo momento, cometerá muchos fallos, propios de su inocencia, su incultura, su confianza en el género humano… pero en ningún momento se rendirá ni sentirá nostalgia: su camino es siempre hacia adelante, siempre hacia la esperanza de una vida mejor en un itinerario sin fin, luchadora, sin nadie más en quien confiar que en ella misma.

La directora Xiaolu Guo firma un relato con una poderosa fuerza visual que se adapta en todo momento al trayecto vital y emocional de la protagonista. Cada una de las paradas del camino supone un cambio de registro (desde el entorno rural filmado con una precisión propia del primer Zhang Yimou, pasando por el ámbito urbano de la ciudad china que simboliza las contradicciones que generan los nuevo hábitos capitalistas de la población y que recuerdan a films como Luxury Car de Wang Chao, hasta llegar a tierras inglesas tomando el pulso occidental con reminiscencias a Michael Winterbottom), todo ello tamizado por una excelente fotografía y la música compuesta por el gran John Parish, lo que le otorga un toque postmoderno adsorbente e hipnótico, lleno de rabia existencial y tenue melancolía.

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