Deepa Mehta es una de las realizadoras de la nueva ola del ‘parallel cinema’ que más suena fuera de Asia. Paradigma de la hornada de cineastas NRI (non resident indians, indios que residen fuera de su país), es la autora de la trilogía de los elementos formada por Fire (1996), Earth (1998) y Water (2005), a la que ha seguido Cielo (2010), de reciente estreno en nuestro país. Pese a su acercamiento al cine popular indio desde una perspectiva románticamente paródica, su estilo difiere radicalmente de todo aquello que el espectador occidental espera ver en una producción de Bollywood. Sus películas gozan de una limitada exhibición en la India donde, al igual que sucede en estas tierras, las salas de versión original de Bombay ofrecen una panorámica de títulos europeos y asiáticos de inquietudes artísticas y difícil catalogación. Entre esas paredes encuentran su vía de expresión jóvenes directores que no se sienten identificados con las características explícitamente comerciales de Bollywood, y que prefieren narrar historias de emigración, soledad o desesperación, aunque también de vidas cotidianas que sobreviven en el día a día de un mundo que no siempre es tan color de rosa como en las películas para adolescentes.
Visiones en paralelo: haciendo un poco de historia.
El cine paralelo no es un fenómeno reciente. Hoy día el término se ha estandarizado como sinónimo del cine de arte y ensayo, independiente o de bajo presupuesto, fuera de los géneros populistas. Bollywood produce cientos de películas al año de características comunes desde la llegada del sonoro. A finales de los años 40, y con la aparición de las escuelas oficiales de cine, se empieza a fraguar un divorcio entre un sector de los nuevos talentos y los cánones convencionales. Muchos jóvenes aspirantes a directores no quieren ser como Raj Kapoor, sino como Rossellini o Vittorio de Sica.
Así como el cine comercial de occidente siempre ha ejercido una influencia directa en las historias a mostrar en Bollywood (algo que continúa vigente en la actualidad), los movimientos artísticos del cine europeo fueron de capital importancia para el nacimiento de una hornada de inquietos visionarios, cuyas películas se hermanaban estilísticamente con los prefectos del neorrealismo italiano primero y posteriormente de la nouvelle vague francesa. Satyajit Ray se erigió como uno de los máximos exponentes de un movimiento panindostánico, que no se limitaba a confinarse dentro de las fronteras naturales del cine regional, logrando acaparar la atención de festivales en busca siempre de lo poco convencional, principalmente, del continente europeo. Pese a que su reconocimiento nunca llegó a la popularidad del creador de la Trilogía de Apu, las películas de Ritwik Ghatak o Mrinal Sen también ayudaron a colocar en el mapa a ese nuevo modo de retratar la realidad cotidiana.
En los años 60, el cine de autor se reinventa a sí mismo, naciendo la llamada nueva ola del cine indio, apoyándose en la financiación de estamentos oficiales que garantizaban su difusión, y que veían con buenos ojos una alternativa al cine popular que ayudara a su expansión en occidente, limitada por las características tan idiosincrásicas de su cine comercial (las mismas que hoy le abren las puertas). Shyam Benegal encabeza la lista de directores de Bombay que logran repercusión, con películas ya patrimonio de la historia del cine como Ankur (1973), una feroz crítica al sistema feudal que aún imperaba en ciertas zonas de la península. Su operador de cámara habitual, Govind Nihalani, años antes de crear su célebre tercera vía (un modo de hacer matrimonio entre los aspectos prototípicos del cine masala con elementos de crítica social realistas, cuyo ejemplo más evidente es la reciente Dev), llamaría la atención del aficionado con crónicas políticas tan arriesgadas como Aakrosh (1980) o Party (1984). El resto de cinematografías regionales, como la malayalam, la tamil o la bengalí (en las que reina en las pantallas una versión de Bollywood habitualmente de menor presupuesto y con ocasionales incursiones de talentos de Bombay), aportaron nombres tan importantes como los de Adoor Gopalakrishnan, Girish Kasaravalli o Aravindan.
Hoy en día el cine paralelo parece haberse convertido en un coto dominado principalmente por realizadores indios que residen fuera de su país. A la mencionada Deepa Mehta (ciudadana canadiense desde hace años) se unen los nombres de los residentes en el Reino Unido: Mira Nair, Gurinder Chadha o Shekar Kapoor (productor de ese extraño, aunque entretenido, híbrido llamado El Gurú del Sexo, heredero del delirio que demostrara en la 100 % bollywoodiense Mr. India). Dentro de la India, el excesivo paternalismo y escasa difusión que logran las obras apadrinadas por el canal público de televisión Doodarshan (tradicional benefactor del cine marginal en hindi), han hecho que la nueva camada de realizadores opten por la celebrada tercera vía de Nihalani.
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